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ANÁLISIS
Columna
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Seguridad y terrorismo

ANTES DE ABANDONAR su cargo en la próxima primavera, Aznar parece dispuesto a reducir el margen de autonomía de Mariano Rajoy como eventual presidente del Gobierno. El turno ha correspondido esta semana a la política de defensa: su conferencia en la Escuela Superior de las Fuerzas Armadas no fue el testamento susceptible de ser recibido a beneficio de inventario por el heredero, sino un legado de obligado cumplimiento. Dado que la doctrina estratégica de Aznar pivota sobre las amenazas del terrorismo, se echó en falta una definición inequívoca de ese concepto. No es una tarea sencilla: Alex P. Schmid analizó en 1984 más de cien formulaciones sin lograr sintetizarlas. Walter Laqueur explica en La guerra sin fin. El terrorismo en el siglo XXI (Destino, 2003) las dificultades para alcanzar un consenso académico: la teoría y la práctica de ese complejo fenómeno han cambiado de sentido con el transcurso del tiempo y atraviesan las fronteras de las ideologías políticas, las creencias religiosas, los contextos culturales y las emociones identitarias nacionales o tribales.

La conferencia dictada el pasado lunes por el presidente del Gobierno en la Escuela Superior de las Fuerzas Armadas sobre la política española de defensa justificó las guerras preventivas

Los avances jurídicos en el derecho penal internacional también son muy insuficientes. Pero esos obstáculos no pueden servir de coartada -advierte Walter Laqueur- a los fabricantes de eufemismos dispuestos a emular los sofismas de Humpty Dumpty en Alicia a través del espejo ("cuando uso una palabra, quiero decir lo que quiero que diga") para exculpar o justificar los crímenes terroristas. Jack el Destripador no fue "un cirujano abdominal aficionado", ni Eichman "un activista en demografía": tampoco los terroristas son "guerrilleros", "militantes" o "luchadores por la libertad".

También los gobernantes utilizan a veces el lenguaje del personaje de Lewis Carroll ("la cuestión es saber quién es el que manda") para solucionar problemas semánticos: las disquisiciones de Aznar sobre la materia confirman ese peligro. El jefe del Ejecutivo español despreció en la Asamblea de la ONU la idea de investigar las causas del terrorismo con el peregrino argumento de que sólo interesan sus efectos: como si el diagnóstico correcto de un mal fuese contraindicado para buscar y aplicar el remedio. La conferencia del lunes tampoco definió el concepto de terrorismo, básico para su doctrina de seguridad y defensa.

Según Aznar, los destrozos causados por ETA "en nuestra carne por más de 25 años" permiten a España dar lecciones sobre terrorismo a "otros países de potencia superior". Algunas de esas enseñanzas son simples perogrulladas: "Somos de los pocos pueblos, quizá, que no nos sorprenderíamos al saber" que el terrorismo no va a desaparecer "fácil ni rápidamente". Otras conclusiones de sabor militarista resultan contradictorias con esa experiencia: la lucha contra el terrorismo no ha sido encomendada en la España democrática a las Fuerzas Armadas, sino a los jueces y la policía en el marco del Estado de derecho. El estudio de los móviles programáticos de los terroristas (desde los fundamentalistas musulmanes, judíos y cristianos hasta los nacionalistas irredentistas, pasando por los revolucionarios y los ultraderechistas), los escenarios donde actúan (democracias o dictaduras, ámbito nacional o internacional) y sus connivencias con servicios secretos y fuerzas parapoliciales (extranjeros o estatales), mejoraría la capacidad de Aznar para impartir doctrina.

La concepción esencialista del terrorismo como una entidad maligna que asume diversas encarnaciones sin perder su común identidad subyace a la "nueva forma de entender la seguridad" predicada por Aznar, que diferencia menos "lo interior y exterior sin límites geográficos definidos" y no excluye acciones militares "de carácter anticipatorio"contra sus más peligrosas manifestaciones. ¿Habrá que concluir que ETA y Al Qaeda son cabezas de una misma hidra cuyo alanceamiento correspondería en el futuro a las Fuerzas Armadas? ¿O que la Patriot Act y el campo de Guantánamo son el modelo que España debería imitar a partir de ahora?

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