Denoueix ya no es indiscutible
Las derrotas en Albacete y Turín ponen al técnico de la Real Sociedad en el punto de mira
"Hagamos lo que hagamos, el curso que viene partiremos de cero". Un día antes de que se dilucidara el ganador de la Liga pasada, la Real Sociedad o el Madrid, Raynald Denoueix, en un ejercicio de humildad, se preparaba para el futuro. El técnico francés del equipo donostiarra podría salir entonces campeón, pero sabía que después partiría de nuevo desde cero. Quizá lo que no intuía es que él mismo pasaría de indiscutible a discutido por los periodistas, los aficionados y algunos de sus propios jugadores. Dos derrotas le han cambiado el currículo. En la primera, en Albacete (3-1), la crítica aludió a la actitud lánguida de sus hombres, que, supuestamente, pecaron de soberbia. En la segunda, ante el Juventus (4-2), cayó en su zurrón por obra y gracia de una alineación sorprendente que rompía con los esquemas anteriores. En una semana, Denoueix perdió la virginidad social.
Incluso el portero Westerveld, en un arreón anímico postpartido, aún en Turín, dijo que, "sin los mejores, no se puede ganar", por las ausencias de Nihat, De Pedro y López Rekarte, sustituidos por Lee, Gabilondo y Potillon. Amenazaba crisis. Y la reacción no se hizo esperar. Alkiza, uno de los presuntos afectados por la critica del holandés, reclamó dignidad para los titulares, los suplentes y los que se quedaronn en la grada o en San Sebastián. El portavoz del consejo de administración, José Luis Barrenetxea, cargó contra Westerveld, cuyas palabras consideró como una falta de respeto: "Un jugador no puede opinar sobre las alineaciones". Así que el guardameta tuvo que pedir perdón a la plantilla por su exceso de sinceridad y ahora las dudas se alimentan respecto a la decisión que adoptará la directiva y Denoueix respecto a su indisciplina. De Pedro, otro librepensador, fue certero: "Le habéis pillado caliente" dijo a los reporteros, "y tiene mi apoyo. No hay que darle más vueltas. Todos nos equivocamos alguna vez. No pasa nada".
Lo cierto es que Denoueix, el indiscutible, parte de cero. Nada de la temporada anterior permanece en el ambiente periodístico ni en el de los aficionados más radicales. En San Sebastián muchos piensan que tiró el partido con la Juve alentado por la largura de la campaña, la dificultad al parecer insalvable del adversario y las urgencias de la Liga, el principal objetivo.
Él apela a la teoría de la rotaciones, una bomba incendiaria en la relación de los técnicos con los seguidores. Da la impresión de que, fiel a su estilo, lleva una agenda milimétrica para aliviar del castigo físico a sus futbolistas, inmersos en tres competiciones. Y de ese cartón del esfuerzo no se baja pase lo que pase. Fue todo un síntoma que frente al Albacete, un cuadro menor, alineara al equipo titular del pasado y ante el Juventus, un grande, llenara de cambios la alineación y el sistema. ¿Por qué alterarlo todo en la Real, por tanto, para enfrentarse a la Vecchia Signora? ¿Por qué amontonar gente en el centro del campo y partir las líneas de un equipo acostumbrado a jugar entrelazado y con la velocidad por bandera ofensiva?
Lo que Denoueix no había hecho durante su primer ejercicio, cuando el público se sabía la alineación de carrerilla, lo viene haciendo desde que comenzó el actual. Descuéntese a Westerveld y Kovacevic, lesiones aparte, y todos los demás han rotado en la alineación a pesar de que sólo se han disputado siete partidos de la Liga, tres de la Champions y uno de la Copa.
Denoueix ha dado por primera vez síntomas de nerviosismo. La pecata minuta que suponían los vídeos que aburrían a los jugadores o la negativa a que tomaran helados antes de un partido se han convertido en acusaciones a su plantilla de que filtra las alineaciones o la sinceridad con que se expresa sobre sus planteamientos.
En definitiva, Denoueix afronta la otra cara del fútbol. Conocidas sus habilidades en la gestión del juego, tiene enfrente la gestión del entorno, algo más sutil que hacer una alineación, planificar las rotaciones o jerarquizar los objetivos.
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