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Columna
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¿A qué espera el PSPV-PSOE?

Tres acontecimientos, tres, enmarcan este fin de semana político en clave ya de futuro electoral: la Conferencia de Donantes para Irak, la aprobación del Plan Ibarretxe, y la -digámoslo así- segunda vuelta de los comicios autonómicos de Madrid. De aquí al próximo marzo, aunque lo veamos tan remoto, todo va a servir para intentar ganar posiciones en la disputa de Rajoy y Zapatero por La Moncloa. Aznar dio un prematuro pistoletazo de salida electoral al designar aspirante a Mariano Rajoy mes y medio antes de lo previsto en su primitivo calendario sucesorio y ha cogido, como era de prever, con el paso cambiado a sus rivales. Éstos esperan que un probable triunfo de Pasqual Maragall en las elecciones catalanas dentro de un mes equilibre la balanza y palie en presumible descalabro de Rafael Simancas en Madrid. Aun así, reconocen sotto voce que "Pasqual puede provocar más quebraderos de cabeza al partido al frente de la Generalitat de Cataluña de los que nos daría Artur Mas si ganase".

Mientras todos se afanan en la tarea, ¿cómo prepara aquí el PSPV-PSOE las generales de marzo? Simplemente, no las prepara. A falta de diseñar aún una estrategia, un programa y unas candidaturas -"nos quedan aún un par de meses para hacerlo", dicen sus dirigentes-, confía en que el desgaste de sus adversarios, léase PP, provenga mucho más de las divergencias que se manifiesten entre Camps y Zaplana que de su propia acción política opositora. Lo malo de esa estrategia quietista es la inevitable mengua de presencia pública, pues hasta los medios de comunicación menos proclives al PP enfatizan más las posibles disensiones internas de éste -reales o imaginadas- que los escuálidos mensajes de la oposición.

Un peligroso argumento de algunos miembros de la dirección socialista en la Comunidad es el de que "nuestra batalla será dentro de cuatro años, en las próximas elecciones autonómicas". Para ellos, "los resultados de las generales en el País Valenciano son un reflejo de lo que sucede en el conjunto de España, sobre el que poco podemos influir". Siguiendo esa argumentación, daría lo mismo a quién se pusiese al frente de las candidaturas provinciales, dada la poca incidencia que tendría en ellas el nombre del candidato. No parece pensar lo mismo el presidente regional del PP, Eduardo Zaplana, que encabezaría el cartel por Valencia en un afán de superar el listón electoral del presidente Camps y reforzar así su posición en Madrid, con el aval de un millón largo de votos.

Entre los socialistas, los únicos que parecen aspirar a una carrera en la capital de España serían Leire Pajín y Jordi Sevilla, a quienes bastaría el encabezar, respectivamente, las candidaturas de Alicante y de Castellón. ¿Quién sería la cabeza de cartel en Valencia? ¿Con quién identificarían los electores al PSPV-PSOE en esta nueva oportunidad? Joan Ignasi Pla, que lleva tres años como secretario general, realizando una minuciosa labor orgánica en el partido aun costa de su insuficiente proyección pública, no debe tenerlo decidido. La tarea en la que él parece empeñado es de más largo aliento. Consiste en revalidar su liderazgo en el PSPV dentro de un año y arrebatarle electoralmente a Paco Camps la Generalitat en 2007. Mientras tanto, las elecciones generales de marzo supondrían casi un mero trámite democrático cuyo resultado dependería fundamentalmente del éxito de Rodríguez Zapatero en toda España.

Por eso, también, no está ni pensado quién será la cabeza de lista en las generales. No se prevé la aparición de ningún joven renovador que trastoque la laboriosa estrategia diseñada por Pla. Tampoco tendrán la oportunidad, obviamente, rivales históricos como Ciprià Ciscar, confinado a un puesto de relleno que permita retenerle en Madrid molestando lo menos posible, o figuras del gancho popular de Diego Macià, a quien su partido dificulta su actuación política hasta en la Elche. Si Joan Lerma quisiera, sería el candidato. Lerma, que dice sentirse cómodo en un Senado "al que hay que otorgarle el papel de cámara territorial del Estado", como él siempre reivindica, aceptaría finalmente la encomienda, aunque no sea precisamente lo que más le apetece en este mundo. Con esta visión de la jugada largo plazo, y confiando en que un amplio porcentaje de electores le seguirán votando pase lo que pase, no parece que el PSPV esté empeñado en realizar una activa política opositora. ¿Dónde queda el marcaje feroz de la tarea del Consell?, ¿dónde la presentación cotidiana de alternativas ilusionantes?, ¿dónde la crítica de vacilaciones, insuficiencias, contradicciones e incumplimientos del poder? Todo esto, al parecer, queda pospuesto en gran medida hasta 2007. Así lo tiene fácil Francisco Camps y hasta cualquier otro.

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