Posible lo imposible
Situado en la cima de la poesía difícil, Mallarmé concede a sus traductores la condición de héroes, y con razón se jacta Francisco Castaño de haber hecho posible lo imposible. La escritura de Mallarmé repercutió sobre toda la poesía del siglo XX. La tirada de dados, con su uso de los espacios en blanco y de la tipografía, es poema, imagen y partitura, y sintetiza el poema en prosa y el verso libre (o, como él prefería, "polimorfo"). Precursor de las vanguardias, sí, pero sin arrogancia. Porque su anhelo de perfección también anticipa la poesía "hiperconstruida", la del silencio y la visual. Mallarmé no veía "cancelación alguna de nada que haya sido bello en el pasado". Por eso aquí se encuentran impecables series de sonetos y la que consideraba "joya definitiva": el alejandrino francés.
POESÍAS / UNA TIRADA DE DADOS
Stéphane Mallarmé
Traducción de Francisco Castaño
Edición bilingüe
Hiperión. Madrid, 2003
267 páginas. 14,42 euros
Castaño ha trabajado con la maestría que tiene demostrada como poeta. En las Poesías ha renunciado siempre a la rima y, en muchos casos, a mantener la misma métrica, para que los diamantes se mantengan -por decirlo en sus términos- como diamantes. Diamantes distintos, con la transparencia y la luz de nuestro idioma. El celebérrimo principio de Brisa marina ("La chair est triste, hélas!") queda así: "¡Qué le vamos a hacer!, la carne es triste". El traductor talla facetas nuevas: "cansado del amargo descansar" ("las de l'amer repos"). Y casi transmuta un soneto en canción renacentista ("Por bosques olvidados cuando pasa / El invierno sombrío / Te quejas, oh cautivo, del umbral, solitario"). A veces gana en concisión. Donde Mallarmé decía: "Je sens que des oiseaux sont ivres", Castaño dice guillenianamente: "noto ebrios los pájaros". Así se suceden los Primeros poemas, el Parnaso satírico y el contemporáneo, Túmulos y homenajes (entre ellos los de Poe y Baudelaire), Sonetos, Abanicos, Pliegos de álbum, Cancioncillas, y piezas extensas, como Herodías o La siesta de un fauno, cifra del simbolismo, donde el selvático semidiós se expresa con hermoso descaro, casi matritense ("¡Esas ninfas, las quiero perpetuar!"), y siempre nobilísmo, por gongorino: "cómo me gusta / abrir mi boca al astro eficaz de los vinos".
Una tirada de dados merece tratamiento aparte, y el libro se lo otorga. El triunfo del azar sobre el cálculo ondea en este estandarte de la literatura absoluta, tal como la entiende la Modernidad. Mallarmé cumple una de las funciones contemporáneas de la poesía. De manera laica el hombre tantea lo absoluto (sea lo que sea, si es que es) sin recurrir a la revelación. "La neutralidad idéntica del remolino", "una constelación", se da en el propio arte, a la vez hallazgo y búsqueda, por los mismos caminos de la ciencia (matemáticas, física teórica). Un idioma se manifiesta en su plenitud. Es el viejo logos: "Todo Pensamiento emite una Tirada de Dados". Para quienes tengan reservas ante esta grandilocuencia, dos avisos. El primero, aquella frase de César que todos hemos repetido en algún momento. Alea iacta est, cuya traducción exacta era "los dados están tirados". Y nada -explicaba Umberto Eco- puede hacer que no se hayan tirado. Por eso el tiempo no es reversible. El otro aviso desdramatizador procede del propio Mallarmé, que por algo es el poeta del verbo abolir. Junto a su "verso sagrado", su abolit bibelot: "abolido abalorio de inanidad sonora".
Una fuerza centrífuga mueve la lengua francesa antes y después de Mallarmé. Históricamente, él queda en ese raro centro, que afecta por irradiación a todas las literaturas contemporáneas. En ese centro nos lo vuelve a mostrar, plenamente, esta edición bilingüe. Lo que tuviera de difícil, viene vencido por el traductor. Lo dulce, como afirma su colofón latino, se encuentra en el fondo.
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