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VISTO / OÍDO
Columna
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Militarismo

En el velador de La Moncloa van golpeando los fantasmas de El Pardo. Ha llegado el del militarismo. Pienso que Aznar cuando era pequeño y le preguntaban "¿qué quieres ser de mayor?" respondía: "Yo, Franco". No se lo puedo preguntar ya a su padre, al que llamaba yo Manolito, compañero en Londres; ni a su abuelo, don Manuel, compañero en Tánger. Pero el discurso ante el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional es explícito: hay que gastar más en el Ejército, hay que tomar los fondos de donde sean, porque ha llegado el tiempo de las "guerras preventivas". Toda la moral laica, y briznas de la religiosa, parecen enemigas de esta idea de la que podemos ser todos víctimas. Imaginemos que el mundo musulmán decide hacer una guerra preventiva contra España, no tan descabellada en sus razones porque el mismo discurso de Aznar, aplaudido por Trillo y los militares, les está amenazando a ellos. Ah, pero es que eso no sería una "guerra preventiva", sino "terrorismo". Terminemos, entonces, una progresión de sucesos que Aznar ha ido describiendo -y, para él, describir es crear; además de militarismo, siente teísmo-: el Gobierno vasco, el plan Ibarretxe, las manifestaciones en San Sebastián, la desobediencia del Parlamento vasco, son para él, sus asesores jurídicos, sus periodistas de cámara, sus diputados y sus amigos, lo mismo que el terrorismo. ¿Va aproximándose la situación a una necesidad de guerra preventiva? No creo que haya que asombrarse demasiado: no sería la primera vez que el Ejército español bombardeara el País Vasco por necesidades preventivas. Esta vez los aviones no serían alemanes: americanos. Afortunadamente no le va a dar tiempo: tendría que hacerlo Rajoy, que parece más templado.

Cada vez se me hace más extraño que estos caballeros y aquella dama -Esperanza, qué nombre descabellado- aparezcan favorecidos por las intenciones de voto. A menos que los fantasmas de El Pardo -y de El Escorial, de Yuste- anden sueltos por las ciudades y los campos de reconquista.

(Teísta: Creencia en un dios personal y providente, creador y conservador del mundo, dice la Academia. La palabra "personal" es inquietante en este contexto. El teísta ¿tiene un dios personal, lo imagina a su imagen y semejanza? ¿Es así Aznar?).

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