¡Alarma, alarma!
Los siniestros planes de los conjurados sociocomunistas madrileños en pro de la obsoleta y depauperada enseñanza pública dispararon la alarma social entre amplios colectivos de la población comunitaria con hijos en edad escolar, aterrorizados ante la posibilidad de tener que entregar a sus inocentes vástagos a la procelosa vorágine de los colegios e institutos públicos y laicos dejados de la mano de Dios, de la mano derecha de Dios que aletea débilmente desde El Vaticano pero cuyos inescrutables designios ejecutan manu-militari sus vicarios instalados en el gobierno de nuestra cristianísima nación, empeñados en una nueva cruzada por la consagración de Europa como imperio cristiano, ya que no católico, aunque los socios turcos pongan el grito en el cielo ante esta nueva edición del espíritu de Lepanto.
La onda expansiva de la alarma social afectó en primer término a los espíritus más sensibles del espectro político de la Asamblea de Madrid, el fino olfato de Tamayo, educado en establos y estercoleros, fue el primero en detectar el pestilente olor a cuerno quemado y azufre que desprendían las luciferinas propuestas de los "radicales" y dijo "Vade retro", y su jaculatoria prendió en los oídos de la absorta María Teresa que asintió con la cabeza pues el que calla otorga, y de la comunión de ambos nació la piedra angular del edificio del nuevo socialismo recalificado y renovado sin impurezas ni adherencias marxistas.
La alarma social que estremeció a los madrileños,a cientos de miles de madrileños, según las cifras esgrimidas por Esperanza Aguirre, no trascendió a la opinión pública o al menos no se reflejó en los indicadores habituales de los medios de comunicación, cartas de los lectores, llamadas a los programas de radio y televisión, manifestaciones de los padres presuntamente afectados, debates, foros o tertulias.
La contundente cifra de progenitores alarmados que invocó la candidata popular en un colegio concertado de Vallecas, no pudo tener más fuente que la ciencia infusa, gracia especialísima que el Cielo concede a los elegidos en momentos de apuro.
Esperanza clamaba por la libre elección, pública-concertada, jesuitinas- Instituto Rafael Alberti, legionarios de Cristo o funcionarios del Ministerio, pedagogos del Opus o maestros de escuela, clases de equitación o patio de cemento con canastas.
Pero no estaba sola Esperanza en su defensa de las libertades privadas, Pilar del Castillo y Mariano Rajoy, la flanqueaban en el estrado y defendían sus tesis y sus votos. Mariano fue más allá y subrayó el discurso liberal de su colega con una coda rotunda y explícita: "El Estado no está para crear empleo ni para hacer otras cosas. Está para dar facilidades en ese sentido y para generar oportunidades". Y si el Estado no está para esas cosas, el gobierno muchísimo menos.
Si Esperanza se alza con el triunfo en los comicios, los colegios concertados, sobre todo los concertados con Dios y con el Estado, seguirán obteniendo oportunidades y facilidades aunque vulneren el espíritu de la ley separando por sexos a los alumnos en las aulas, por citar un ejemplo sangrante y reciente. Los submarinos de la ofensiva legionaria, siguiendo los principios de la guerra sucia y preventiva torpedearon en una operación de contrainteligencia la nave de la "coalición sociocomunista", bastión local del eje del mal, los torpedos fueron Tamayo y Sáez que firmaron su suicidio ético y sufrieron sin pestañear, y ella incluso sin abrir la boca, el martirio mediático y la lapidación verbal de sus excorreligionarios para salvar a niños y jóvenes de la pernciosa influencia de la educación laica.
La concertación, la subvención o cofinanciación estatal a la empresa privada que cumpla con transparencia y honestidad su cometido sería una loable iniciativa si no se estuviera haciendo a costa, o a cambio, de la demolición de la educación pública.
"Eso es lo moderno" apostillaron defendiendo su modelo en el acto electoral de Vallecas, la candidata, la ministra y el ungido; demoledor argumento sin réplica posible, sutil destilado del alambique del pensamiento único, piedra filosofal y angular del universo centrista en perpetua confrontación con el progresismo trasnochado que reivindica patrones tan obsoletos como la educación pública y gratuita, el transporte público y gratuito, las autovías sin peaje y el uso del suelo público para viviendas sociales.
El Estado moderno en su imparable y vertiginoso avance al centro del centro carece de tiempo para ocuparse de semejantes minucias, el gobierno moderno tampoco está por la labor, ellos están aquí como dice Mariano para dar facilidades y oportunidades, para concertar, subastar, privatizar y subcontratar. Parece como si el Estado moderno aspirase a su autodisolución, como si, en una perversión infame de la utopía anarquista, quisiera disolverse, fundirse en el mercado y liquidar sus últimas existencias entre los gestores de la quiebra antes de colocar el cartel de cerrado por cambio de negocio, defunción o fiesta familiar.
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