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Columna
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Bandera

Manuel Vicent

En España, como en el resto del mundo, el color rojo significa peligro y el amarillo indica precaución. El rojo y el amarillo son los colores de nuestra bandera nacional, de modo que hay que andar muy precavido a la hora de acercarse a ella sin llevar casco. Debido a que en tiempos no muy lejanos cualquier búfalo iluminado, tomando su asta por una tranca, podía romperte la crisma en una manifestación, todavía hoy los viejos progresistas se estremecen al ver esos colores en la correa de un reloj, en el ojal de una solapa, en la trasera de un coche o coronando con un lazo un jamón de pata negra. Pero ahora la amenaza ya no se deriva del uso que algunos exaltados puedan ejercer con esa tela, sino del flato patriótico con que la rodean algunos políticos camastrones. La bandera española es un fragmento de la cuatribarrada de la Corona de Aragón, que Carlos III convirtió primero en estandarte de la Marina sólo por su efecto óptico. El rojo y el amarillo son los colores que se divisan antes en el horizonte y los últimos que se pierden de vista cuando el navío se aleja. A gran distancia la franja amarilla se disuelve entre las dos bandas rojas formando una amalgama anaranjada, que es el mismo tono que lucen las bombonas de butano, los trajes de los bomberos, los servidores nocturnos del camión de la basura, los camilleros en cualquier accidente de carretera, los conos de plástico que desvían la circulación y toda señal de tráfico que trata de evitar que te pegues una toña. En alta mar, la visión de esta enseña bicolor es perfectamente nítida desde muy lejos en las horas azules del día, no así durante los crepúsculos, porque en ese momento se confunde con la sangre que produce el Sol al nacer o al morir. Por tradición, a las banderas les han dado viento las victorias en los campos de batalla cantadas por grandes poetas épicos. Sólo cuando el pendón nacional no ha tenido ocasión de haber presidido gestas heroicas hay que cubrirlo de palabrería hueca y retórica relamida que sirve para ocultar intereses bastardos. El prestigio de una bandera hoy no se deriva de la guerra, sino de ser izada cuando en los campeonatos internacionales los deportistas suben al podio. Hace unos días, mientras en el desfile militar del paseo de la Castellana la enseña nacional era sometida a la humillación ratonera de la ideología, un ciclista vasco y un motorista valenciano se convertían en campeones del mundo y sólo entonces la bandera española fue honrada con honor al ser izada en el mástil.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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