El noble salvaje del piano flamenco
Acaba de volver de Londres, donde actuó con Tomatito, "siempre un placer"; ya en Sevilla, está inmerso en la producción del nuevo disco de El Potito. Asegura que, en contra de lo que se cree, no tiene misterio la elaboración del flamenco en estudio: "Se trata de crear un ambiente familiar, donde el cantaor se sienta protegido. Luego, se barajan los palos. Por ejemplo, decides hacer una soleá mezclando la de Tomás Pavón con la de Manuel Torres; tras cambiar la letra y las formas, puede salirte una joya dentro de los cánones".
Choca que Diego Amador (Sevilla, 1973) reivindique constantemente la pureza flamenca, dado que su trayectoria parece contradecirle. Dio sus primeros pasos como baterista de Pata Negra, el corrosivo proyecto de sus hermanos Rafael y Raimundo. Pero abomina del primer disco que grabó, bajo el desafortunado nombre de Patitanegra, Anticipo flamenco (Philips, 1994). Aunque entonces hizo promoción y parecía entusiasmado con el proyecto, ahora asegura que fue un embarque del productor Ricardo Pachón -"ya nos hemos reconciliado, ¡eh!"- que tergiversó sus intenciones: "Me he pasado todos estos años intentando borrar aquello, recuperando temas que allí salieron torcidos".
Estamos ante una rara flor del autodidactismo. Diego obtuvo su formación flamenca en las reuniones de sus mayores. Al mismo tiempo, observaba los pasos de sus revolucionarios hermanos, un tándem que se rompió cuando Rafael ofendió a Raimundo. Este último se reconvirtió en simpático rockero para públicos masivos, una decisión que Diego comprende: "Lo suyo es la guitarra eléctrica y la bulla". Rafael se quedó en leyenda negra, aunque Diego insiste en que "está maravillosamente y tiene cosillas compuestas pero no quiere grabar así como así".
La musicalidad innata de Diego Amador se tradujo en un dominio de numerosos instrumentos, aprendidos a las bravas: "Con la guitarra, me dediqué a tocar sobre los discos de Paco, Sabicas, Niño Ricardo. Para el piano, destrocé los elepés de Chick Corea y Herbie Hancock hasta que saqué sus solos. Fueron temporadas en las que no salía de casa, no paraba más que para comer y dormir". Además, aprovechó sus estancias en los estudios para conocer los rudimentos de las técnicas de grabación. Tras conseguir una máquina de 8 pistas, pasó años construyendo el esqueleto de una obra autosuficiente: "Metí piano, órgano, guitarra, bajo, batería, mandola, mandolina. Y todas las percusiones que se me ocurrían: palmas, tabla, cajón, congas. Mi inspiración eran aquellos discos de Stevie Wonder o Johnny Guitar Watson donde cantaban y tocaban todo".
Al final, se publicó como El aire de lo puro (Nuevos Medios, 2001), con abundantes invitados: desde El Cigala hasta Jerry González, pasando por agentes dobles como Carles Benavent y Jorge Pardo. Para Diego, no hay jerarquías entre músicas: "Yo muero con Camarón y también con Marvin Gaye. Soy flamenco pero tengo querencia por el jazz y, sinceramente, creo que me sale bien". Mario Pacheco, factótum de Nuevos Medios, destaca que Amador es otro tipo de flamenco: "Se diferencia incluso de sus hermanos. Es un fanático de los ensayos, con una fortísima motivación. Y tiene asimilado el concepto del disco como medio expresivo".
El tercer trabajo de Diego surgió por casualidad. El pasado año, la discográfica californiana Fantasy celebró su convención mundial en Barcelona. Pacheco, su distribuidor español, organizó el entretenimiento y programó un concierto de Diego al piano, apostando por el magnetismo de un flamenco que siente el jazz en las tripas. Un acierto: "Bajaba del escenario y los americanos ya me esperaban para exigirme que les grabara un disco así, igualito a lo que había tocado".
Algo no tan sencillo. Cuando Diego entró al estudio, confesó que no había tocado un piano de cola desde aquella actuación en Barcelona: su piso, en el Polígono Sur sevillano (las estigmatizadas Tres Mil Viviendas), no le permite ese instrumento. Y el piano es considerado un intruso en muchos escenarios flamencos. Diego todavía tiene el corazón herido por el pasado Festival del Cante de las Minas, donde compartía cartel con Niña Pastori y sufrió bastantes abusos: "Mi presentación ideal sería una primera parte de flamenco a guitarra y voz más una segunda dedicada al piano. Pero estamos en un país demasiado cateto para algo así".
Piensa Diego que es explica-
ble la rareza del piano en el universo flamenco: "De principio, no es tan expresivo como la guitarra; te cuesta sacarle el pellizco. Yo toco el piano con pulsación de guitarrista. A veces, me gusta rascarle las tripas, atacar directamente sus cuerdas. Además, tiende a imponerse sobre cualquier música. Ya sé que hay varios pianistas que se llaman flamencos, pero yo no lo veo claro. Esos de los que siempre se habla terminan sonando empalagosos. Y en sus momentos supuestamente más flamencos, siento decirlo así, aquello no pasa de canción española con pretensiones".
Cada cosa en su sitio, insiste Diego: "Nadie confundiría a Richard Clayderman con Keith Jarrett. Se está vendiendo como flamenco lo que no es más que copla, canción aflamencada o rumba. Y hay miedo a decir la verdad. Existe una hipocresía general, que incluso me toca a mí. Críticos que escriben sobre lo que yo hago y me ponen bien, aunque luego van por los bares diciendo barbaridades de mis experimentos, sin saber que hay un amigo mío al lado".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.