_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La pesadilla

Joseba Egibar, portavoz del PNV y candidato a la sucesión de Arzalluz al frente del EBB, ha puesto blanco sobre negro lo que muchos intuíamos: que en el seno de su partido la disputa está establecida entre quienes abogan por la reconstitución del frente nacionalista y quienes defienden la colaboración con otras fuerzas políticas. Pero ha ido más lejos, al calificar como una pesadilla el sentimiento que en algunos sectores del PNV produce la vuelta a los esquemas ya ensayados durante el negro período del pacto de Lizarra.

Debo confesar que al oír sus palabras me he sentido reconfortado. Si en el PNV hay sectores que viven esa posibilidad como una pesadilla, quiere decir que dentro del principal partido de nuestro país hay quienes conectan con lo que en la calle es un sentimiento ampliamente extendido: el deseo de superar el frentismo y la necesidad de hacer país entre todos. Ambas cosas están, además, indisolublemente unidas. Si se quiere hacer país hace falta un tejido social fuerte y cohesionado en torno a unas bases de convivencia sólidas. El frentismo -ya lo hemos comprobado- nos lleva en dirección opuesta: una sociedad fracturada, una mayor incertidumbre, miedo al futuro, crispación, pérdida de dinamismo económico, mala imagen exterior y, a la postre, mayores dificultades para hacer un país próspero.

Quienes juegan al frentismo desde el nacionalismo vasco cuentan con una baza a su favor: la simétrica tentación frentista desde el nacionalismo español. El problema es que, hoy por hoy, aquí no tenemos, como en Cataluña, un PSC capaz de interpretar en una clave propia lo que son aspiraciones legítimas de una amplia mayoría social. Defender la reforma de la Constitución, defender un nuevo estatuto, defender la presencia vasca en los órganos de la Unión Europea en los que se discutan temas que nos afectan, defender la actualización del pacto interno entre los vascos y el pacto con el Estado de acuerdo a las necesidades de hoy y a los anhelos de la sociedad vasca actual, defender una consulta sobre el futuro del país.... son todas ellas cuestiones que muchos no nacionalistas ven con buenos ojos y que, sin embargo, se despachan de un plumazo tachándolas de nacionalistas.

Podrá argüirse que todo es culpa de ETA y que sin su presencia podría discutirse mejor sobre todas estas cosas. Cierto, aunque en el fondo autocomplaciente. Comprensible, tras el clima vivido en los últimos años y la insensibilidad de parte del nacionalismo vasco ante la persecución sufrida por muchos que no lo son. Incluso justificable en términos de prioridades, cuando lo único absolutamente inaplazable es la defensa de la vida y la libertad humana. Pero, probablemente, inutil políticamente, pues si algo ha dejado claro nuestra sociedad es que no desea que ETA marque el orden del día.

Egibar parece desear un frente nacionalista como alternativa para los próximos años y como eje de su particular construcción nacional. ETA hace tiempo que viene preconizando lo mismo. Mayor Oreja demanda también su propio frente nacional. ¿Es posible hoy por hoy una alternativa sólida no frentista? Siendo realistas no parece que lo sea en torno al Plan Ibaretxe, ni tampoco en base al Estatuto tal como está en la actualidad. ¿Hay quien dé más?

Hace más de cinco años, tras la orden de Redondo Terreros de abandonar el Gobierno vasco en una maniobra que a muchos nos pareció electoralista, escribí en esta misma columna que "el fantasma del frentismo cabalga de nuevo entre nosotros". El fantasma se convirtió desgraciadamente en realidad algunos meses después. El recuerdo de lo que vino a continuación constituye hoy una auténtica pesadilla. No sólo en el PNV. También en amplísimos sectores de la sociedad vasca.

Si alguien puede evitarnos revivir esa pesadilla, que lo haga, por favor.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_