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Columna
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Maestros

Según datos del Instituto Nacional de Evaluación y Calidad, las familias españolas no se implican suficientemente en la educación de sus hijos. Sólo dos de cada cien padres se preocupan de saber qué hacen y cómo van sus hijos en la escuela. Acabamos de inaugurar una reforma de la enseñanza que, según la izquierda que hizo las reformas democráticas de los años ochenta, nos ha hecho retroceder en algunas cosas a tiempos predemocráticos y que el Gobierno ha justificado por el fracaso en el que, asegura, estábamos inmersos por culpa de una ley, la LOGSE, que sin duda, como cualquier ley, no podía hacer milagros por sí misma sino que habría necesitado más empeño político y económico para dar los resultados que en teoría contemplaba.

El Gobierno ha hecho su reforma porque, supuestamente, todos los padres, todos los profesores, todos los implicados en la enseñanza, pedían a gritos esa reforma. Evidentemente no es así y por eso han sido muchos los que han protestado por lo que Pilar del Castillo ha hecho, pero vale preguntarse a quién le importa aquí lo que pase con los niños en la escuela a la vista de ese dato apabullante del Instituto Nacional de Evaluación y calidad según el cual sólo el 2,3% de los padres participa en el proceso de aprendizaje de sus hijos y se implica en las tareas que realizan en la escuela. Estaba yo cavilando sobre este asunto cuando me entero de que en Sevilla, en un barrio deprimido, el Polígono Sur, donde se ubican las Tres Mil Viviendas, seguramente la zona marginal más famosa no ya de Sevilla, sino de España, hay milagro. En ese lugar, objetivo prioritario, por fin, de la actuación del Ayuntamiento en este momento, hay un colegio público donde se trabaja de una manera ejemplar por la integración. Ahí, en el instituto Polígono Sur, donde conviven los niños del barrio con otros venidos de otros lugares con menos carencias, precisamente para favorecer la integración, entre otros programas, han implantado lo que llaman Operación Despertar para evitar el absentismo escolar, y que consiste en que los profesores van a los domicilios de los alumnos, cada día, para despertarlos y llevarlos ellos mismos a clase. Todavía hay maestros. Eso, se mire como se mire, sí es reforma educativa.

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