La bronca, para la orquesta
Desde que se puso a trapear de muleta Paulita, la gente quería música. Con gritos y palmas de tango se hacían oír. Paulita es torero de la tierra. Entró en el cartel sustituyendo al lesionado Manzanares. El responsable de la banda no encontraba momento de atacar el pasodoble de rigor. El espada aragonés fue desarmado tres veces y revolcado sin consecuencias. En todo lo que intentaba su muleta era enganchada por los pitones del toro. No pudo ser. Estaba matando Paulita y la gente seguía pidiendo música. Muerto el toro se arrancó la banda para complacer. La bronca que les cayó fue del uno. Como si la banda tuviera la culpa del bodrio ganadero del festejo. Es curioso, a los cuatro inválidos (dos fueron devueltos) y los cuatro moruchos que compusieron los ejemplares que se pagaron por bravos sólo les protestaron los indeseables de siempre, los aficionados. Justo los que no pedían música. Para música estaba la tarde. Con tal material, el bostezo estaba asegurado. Hasta los poncistas se aburrieron, que ya es decir. A Ponce le correspondió abrir plaza y le tocó uno de los tullidos. Nada había que hacer. Ponce lo intentó. Pero ni por esas. Su segundo fue el único que se movió. Peleó bien la primera vara. La expectación por ver el segundo puyazo se vino abajo. El maestro decidió cuidarle porque le había gustado. Faena boceto. Pico para allá, vuelta para acá, cambio de manos a la diestra, remate al bies, todo pulcro, estético y templado. Esto en terreno de nadie. Ni afuera ni adentro de los pitones. El maestro de Chivas en estado puro. En éstas estaba cuando el presidente le recordó que era la hora de ir a buscar la tizona.
Domecq / Ponce, Paulita, Jiménez
Toros de Santiago Domecq, primero y segundo inválidos; cuarto y quinto descastados; tercero y sexto devuelto. Ponce: palmas y saludos. Paulita: palmas y ovación. César Jiménez: silencio y palmas. Plaza de Zaragoza. 12 de octubre. 6ª de feria. Casi lleno.
De Paulita gustaron sus formas con el capote. Verónicas ganando terreno, tafalleras, navarras con gusto y arte. Con la muleta más tosco, se le notó la falta de festejos. A César Jiménez le devolvieron los dos originales. El primer bis se le fue entre paseos, idas y vueltas. En el otro, más entonado, calentó a la parroquia tirándose de rodillas. Ya, de pies, aburrió.
Babelia
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