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ELECCIONES 16-N | La herencia del pujolismo

Del Pacto Cultural, la gran ocasión perdida, al remanso del 'oasis'

La gran ocasión para que la cultura catalana quedara fuera de la liza política y se moviera por amplios consensos se perdió en 1985. Nombrado consejero de Cultura en mayo de 1984, Joan Rigol, de Unió Democràtica, dedicó los meses siguientes a alcanzar un gran acuerdo, conocido como el Pacto Cultural, con la idea de formar un consejo asesor, al estilo del British Council, que asegurara tres objetivos principales: la participación de todas las fuerzas políticas en la distribución de subvenciones; el establecimiento de una política cultural transversal dirigida por los propios agentes culturales, y la consideración de la cultura como un gran valor de referencia republicana en el doble sentido de cosa pública y de cultura democrática contra la dictadura.

El pacto se firmó el 14 de octubre de 1985, aunque sin el concurso de la Diputación de Tarragona, a la sazón presidida por Josep Gomis. Pero a su impulsor le costó el cargo dos meses más tarde. Fue sustituido por Joaquim Ferrer (1985-1988). Xavier Bru de Sala ha escrito que la iniciativa contó en un primer momento con el entusiasmo de Pujol, luego convertido en abierta oposición. ¿Por qué? La querella de la fiscalía por el caso Banca Catalana fue el detonante, aseguran fuentes conocedoras de la gestación del acuerdo.

En general, hay que decir que a partir de Guitart (a quien sucederían Joan Maria Pujals -1996- 1999- y Jordi Vilajoana -desde 1999 hasta ahora) se abre un periodo regido por el pragmatismo, en el que se evitan los conflictos -el caso Flotats configura la excepción- y se pactan tácitamente las parcelas del poder cultural, en una fiel reproducción del oasis catalán. Así, aunque el Ayuntamiento y la Generalitat estén representados en las grandes instituciones, se establecen unas influencias cruzadas nunca escritas: el Macba, municipal; el MNAC y Santa Mònica, del Consell Executiu. La Ciutat del Teatre y el Auditori, municipales; el TNC y el Liceo, del Consell Executiu. En la actualidad, en los asuntos básicos barceloneses, el responsable municipal de la cultura, Ferran Mascarell, y el de la Generalitat, Jordi Vilajoana, ponen el común acento en el fomento de las industrias culturales, y el departamento ha creado un instituto específico para este menester, consciente de que la producción de cultura ha encontrado mayores posibilidades en Madrid que en Cataluña, especialmente en el sector audiovisual. Seguramente es ésta una manera pragmática de paliar el fracaso en su día del Pacto Cultural. "Se perdió la única ocasión que ha habido de plantear una política cultural seria", razona el escritor y editor Josep Maria Castellet. "Después de eso se abrió camino la práctica de la pequeña subvención, con la dispersión de recursos y el clientelismo que ello ha comportado".

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