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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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La mejor democracia que se puede comprar

Joaquín Estefanía

LA ORGANIZACIÓN no gubernamental Transparencia Internacional (TI) acaba de hacer público su informe anual sobre el grado de corrupción en el mundo. Desde el año 1993, TI -a través de encuestas a juristas, hombres de negocios, antiguos funcionarios internacionales, etcétera (no políticos, directamente)- elabora el Índice de Percepción de la Corrupción. En el de este ejercicio se mantienen las tendencias: los países menos corruptos están encabezados por los nórdicos de Europa, y los más corruptos forman parte, casi todos, del mundo del subdesarrollo. Dos notas resaltables son que España retrocede dos puestos y que EE UU aparece peor valorado que antes. Sólo una cuarta parte de los 133 países analizados consigue un aprobado.

En el Índice de Percepción de la Corrupción, que todos los años elabora la organización no gubernamental Transparencia Internacional, sólo una cuarta parte de los países analizados pasa la prueba de los sobornos

La corrupción es uno de los mayores males de nuestro sistema político democrático. Los estudiosos Claeys y Frognier la definen como "una transacción clandestina entre dos mercados, el mercado político y/o administrativo y el mercado económico y social". Las consecuencias de la corrupción en la contratación pública son, según el Consejo de Europa, "la escalada de los precios de los proyectos; una calidad de prestación de los servicios inferior a la debida, y la programación y ejecución de proyectos antieconómicos e inútiles". Sus instrumentos se encuentran en el terreno de los acuerdos contra la competencia, los abusos de posición dominante, los delitos de iniciados, la contabilidad creativa, la evasión fiscal, la malversación de capitales, etcétera.

Coincidiendo con el informe de TI aparecía una noticia puntual que tendía a corroborar la existencia de esta enfermedad del sistema, que tiende a la opacidad: a raíz de tres casos de sobornos por parte de determinadas compañías petroleras (la noruega Statoil, para obtener un contrato en Irán; otro de un ex empleado de ExxonMobil por una conducta similar en Kazajstán; y una investigación abierta a ChevronTexaco), los organismos internacionales demandan que las petroleras hagan públicas las comisiones que pagan, además de otros desembolsos, como derechos de explotación e impuestos.

Pero hay otra coincidencia más genérica y más oportuna: la publicación en nuestro país del libro La mejor democracia que se puede comprar con dinero (editorial Crítica), en el que el periodista Greg Palast -que escribe en medios como The New York Times, The Washington Post, The Guardian o la británica BBC- describe ejemplos espeluznantes de la corrupción que imbrica al mundo político y al mundo de los negocios, y que afecta, en este caso, a EE UU. El libro no se puede leer sin capacidad de asombro o de escándalo. Desde la investigación sobre cómo Jebb Bush, gobernador de Florida y hermano del presidente Bush (el que vino a España y dijo que tendríamos grandes beneficios económicos por la participación española en la ocupación de Irak; el que confundió España con una república cuyo jefe de Estado era Aznar), eliminó del censo electoral a más de 57.000 ciudadanos negros cinco meses antes de las elecciones presidenciales (lo que explica, en parte, el resultado que todos conocemos) a la denuncia del caso del chapapote en Alaska del Exxon Valdez. El vertido de petróleo no habría sido un accidente: antes de que el petrolero encallara, Exxon desconectó el radar del buque para ahorrar dinero y una filial de British Petroleum falsificó los informes del equipo de seguridad.

Con todo, los capítulos más actuales son los referidos a la desregulación eléctrica, causante de los apagones de California, que describe como un "brillante método gracias al cual los beneficios se privatizan y las pérdidas se socializan"; y esa relación casi pornográfica de los intereses empresariales y de la Administración de Bush. Los datos que aporta Palast corroboran los que aparecen, en un estilo mucho más desenfadado, en el libro Estúpidos hombres blancos, del cineasta Michael Moore, y provocan una gran prevención sobre los intereses que se están moviendo, por ejemplo, en la reconstrucción de Irak.

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