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Columna
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Previsiones exactas

Confieso que la negociación sindical, como todo aquello que desconozco por completo, consigue fascinarme, y ciertamente es mucha mi ignorancia sobre los derechos de los trabajadores, a pesar de haber estudiado Derecho durante cinco años y de ser trabajador durante muchos años más.

Recuerdo que en la universidad tuve como profesor de Derecho del Trabajo a un prestigioso magistrado, hombre excelso en tantas facetas del saber, pero que adolecía de notorias deficiencias pedagógicas. Allí nadie entendía nada, como nadie entendía nada de sus libros, unos mamotretos inextricables en que las citas legales se entremezclaban con otras literarias o bíblicas. Nos divertíamos leyendo aquella prosa barroca y retorcida, compuesta por larguísimos párrafos que ocupaban páginas y páginas. Eran párrafos donde se acumulaban los excursos, las digresiones, los paréntesis, las frases relativas y las subordinadas. Hacíamos apuestas para ver quién encontraba antes el sujeto, el verbo y el predicado de la frase principal, escondidos entre líneas, en medio de un laberinto de ramificaciones verbales que explotaba hasta el espasmo las posibilidades de la gramática. Luego nos enteramos de que el magistrado era famoso entre los abogados, ya que éstos interponían constantemente recursos de aclaración a sus complicadísimas sentencias. Es un poco triste confesarlo, pero así como, por muchos años que hayan pasado, los licenciados de aquella promoción aún mantenemos algunos fundamentos sobre Derecho Político o Civil; el Derecho Laboral fue siempre para nosotros una arcana ciencia, que sin duda se enseñaba en otra parte.

Al margen de mis estudios, la experiencia laboral no me ha acercado mucho más a los derechos colectivos que al parecer nos asisten. Durante un tiempo trabajé en una pequeña empresa, ámbito donde, como se sabe, el sindicalismo es una leyenda que alude a lugares tan remotos como la administración pública, la enseñanza o las grandes empresas de servicios. Allí, se nos decía, la gente disfrutaba de bajas por maternidad, días de permiso por asuntos personales y formación a cargo de la empresa. En realidad no estábamos muy seguros de que todo aquello fuera cierto: nunca pasó por el taller algún sindicalista que pudiera confirmarlo. Luego trabajé a la Administración, y pude comprobar que en este nuevo ámbito, en efecto, un sindicalista mandaba casi tanto como un cargo electo, pero tampoco en este caso pude disfrutar de sus benéficas gestiones. Yo formaba parte del lumpenproletariado, al menos de ese despreciable sector del lumpenproletariado que, según la teoría marxista, se alía con el poder y prospera a su sombra. Lo cual sirve para que algunos trabajadores te nieguen el saludo, a pesar de que, paradójicamente, sus derechos laborales sean mucho más patentes que los tuyos.

Todas estas disquisiciones sólo pretenden justificar una personal perplejidad ante cierta noticia que pasó de puntillas la semana pasada por la prensa del paisito. Según informó una agencia, los sindicatos y las organizaciones empresariales habían acordado el contingente de trabajadores extranjeros previsto en Vizcaya para cubrir las necesidades laborales del año 2004. El contingente era de tres.

Sí, han leído bien: tres personas. No mil quinientas treinta y cinco, o dos mil doscientas treinta y nueve. No un número decimal, o negativo, o uno de esos extraños números alumbrados por la compleja astronomía azteca. El contingente previsto era de tres. Ignoro por qué maravilloso proceso deductivo se puede llegar a la conclusión de que en Vizcaya, para el próximo año, hacen falta tres trabajadores extranjeros. Parece que los empresarios ofrecieron una primera propuesta de 568, pero los sindicatos la tacharon de "inconcreta". También denunciaron que la propuesta en cuestión "infringía la normativa vigente". Es cierto que en las negociaciones se hizo resaltar el desacuerdo de muchos sectores con el sistema de contingentes, pero también es cierto que al aceptar un número concreto se acepta tanto el sistema como la negociación sobre el cupo en cuestión. Por cierto, el contingente del año 2003 fue cero. Y el del año 2002 también fue cero. Ahora hemos abierto la mano. Contingente de tres trabajadores inmigrantes, aunque presiento que en la calle ya hay por lo menos cuatro. Peor que unas oposiciones a Osakidetza. Va a haber tortas.

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