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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Negociar el respeto

Josep Ramoneda

Las grandes categorías de la modernidad -libertad, igualdad, fraternidad- están a la baja. Vivimos tiempos poco dados a las grandes ambiciones colectivas, en que manda el éxito individual y la crítica está en los detalles. Hace un siglo la sociedad igualitaria estaba en los programas del gran cambio. Después de la II Guerra Mundial, con los catastróficos resultados del socialismo real a la vista, el Estado de bienestar se limitó a proponer la reducción de las desigualdades en aras a la cohesión social. Ahora, la desigualdad no sólo es vista como una realidad insuperable sino que incluso para algunos es un valor. Y el pensamiento crítico se resigna a buscar maneras de hacerla más soportable. Son tiempos dados a categorías político-morales que se mueven entre la virtud individual y la reconstrucción de microespacios comunitarios, sin otra pretensión que mejorar el paisaje y asear al paisanaje. Por ejemplo, el respeto, la categoría que Richard Sennett nos propone para salvar la dignidad del hombre en un mundo de desigualdad.

EL RESPETO

Richard Sennett

Traducción de Marco

Aurelio Galmarini

Anagrama. Barcelona, 2003

304 páginas. 16 euros

Richard Sennett construye su reflexión sobre dos vías que se cruzan: la autobiografía y la indagación teórica. En 1946, Richard -que entonces tenía tres años- y su madre se mudaron a Cabrini, un barrio de Chicago, con nombre de monja italiana, que fue construido para favorecer la convivencia entre negros y blancos. Richard había nacido de un inútil intento de su padre -que había regresado de la guerra de España- y de su madre para salvar su matrimonio. De aquella experiencia infantil, Sennett, que nunca ha olvidado Cabrini, cincuenta años después retiene dos impresiones: que los adultos en situación de dependencia de la asistencia social se sienten humillados y que en la medida en que esta dependencia les priva del control de su vida -"meros consumidores del cuidado que se les dispensaba"- sienten la mayor falta de respeto: no ser vistos como auténticos seres humanos.

El otro momento autobio-

gráfico del libro es la frustrada carrera musical que marcó su adolescencia, que chocó con un error médico al operarle su codo por una lesión que le restaba habilidad en el vibrato al tocar el chelo. Allí, Sennett hizo el duro aprendizaje de los límites y consiguió mantener a salvo su autoestima.

Junto a la vida, la teoría. Las pinceladas autobiográficas -los momentos más intensos del libro- le sirven de contrapunto experiencial para una indagación teórica sobre el respeto. Sennett traza un recorrido sobre las formas de relación entre los ciudadanos y los poderes en el mundo industrializado y una ventana con vistas a las principales propuestas reformistas, hasta llegar a los tiempos presentes en que la regla jerárquica de la pirámide burocrática está siendo reemplazada por una organización que toma la forma de disco (más plana y más corta) y que tiende a favorecer las desigualdades. En esta nueva forma de organización social, la necesidad, lejos de ser una relación humana negociable, se convierte en una abstracción, un número, un dato evaluado instantáneamente desde arriba. Todo ello en detrimento del reconocimiento y la reciprocidad que configuran el respeto.

En un mundo en que la desigualdad ya no se cuestiona, la base del respeto está, para Sennett, en la autonomía del sujeto. La autonomía no es el puro individualismo -conforme a la definición de Tocqueville- que cierra al ciudadano en el entorno más próximo y hace crecer la indiferencia en todo lo que trascienda la esfera íntima. La autonomía es la capacidad de separarse del otro, del uso autorreferencial de la palabra, que es lo que realmente nos hace adultos. Es la capacidad de asumir que el reconocimiento del otro fortalece al yo. Y, sobre todo, es la capacidad de aceptar en los otros lo que no podemos entender de ellos. Desde esta perspectiva, el respeto es un comportamiento expresivo: abierto a los demás. Por tanto, no puede ser impuesto por ningún orden o poder sino que ha de negociarse entre los sujetos que luchan por la autoestima y el reconocimiento.

Como ya ocurría en La corrosión del carácter, una pulsión melancólica recorre el libro de Sennett. Si entonces era nostalgia por la cultura del trabajo de la sociedad industrial perdida, ahora es reconocimiento del fracaso de una serie de generaciones comprometidas en el intento de construir sociedades más libres y justas, desde la generación de su tío, Walter Sennett, de la rara especie de los comunistas americanos, hasta la generación del 68, pasando por las diferentes declinaciones de la Nueva Izquierda. La apuesta por el respeto es una apelación resignada al reconocimiento de la dignidad del hombre, en tiempos entregados a dioses menores.

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