Contra la épica de la realidad
Lo que es palpable es atractivo. Pero debemos recordar el antiguo significado de las cosas, lo que tiene que ver con un sentido de la ocultación y las evasiones instigadas por una cierta mirada ávida sobre el paisaje. En la pintura de Vicenç Viaplana (Granollers, 1955) la vida es incapaz de ocultar sus matices, manifestados quizá en efectos de luz y sesgos que insinúan la melancolía de la pérdida. Metáforas de desesperación, formidable metafísica del color que se recuesta en la intimidad. Así son las secuencias de luz y los pequeños infinitos que el pintor define en una serie de pequeñas cartografías psíquicas que luchan contra la épica aplastante de la realidad. Frente a estas telas, uno tiene la sensación de contemplar la materia espiritual de lo cotidiano, como si estuviera detrás de una ventana después de una tormenta de hielo, dentro de un coche..., otra manera de ver la oscuridad, la película de la vida, el emborronamiento del enfoque, diminutas manchas, motas de polvo que han hecho su nido en una fotografía, fotogramas oscuros, los negativos, esos desechados por los teócratas de la imagen. Todo le sirve al pintor para ir más allá de lo inefable.
VICENÇ VIAPLANA
Galería Carles Taché
Consell de Cent, 290. Barcelona
Hasta el 31 de octubre
Medianos y grandes formatos, solitarios o dípticos, orillan lo representable. Las pinturas de Viaplana no son abstractas, combaten la seriedad y la soberbia de la imagen y abren un interrogante sobre la certeza de nuestras percepciones. Hasta el punto que el espectador se pregunta si lo que ve está a su alcance o pertenece a otro reino. Y es que si hubiera una realidad parecida a la que se insinúa en estos lienzos sería la del fondo del mar. Viaplana pinta diversas capas de acrílicos que, por sí solas, se escampan hasta crear microcosmos y fondos, como si buceara con su brocha-linterna entre los restos de un pecio despojado de sus tesoros. La obra de este artista barcelonés comienza en algún lugar mucho más allá de las certezas, es una solitaria acción de retaguardia contra las cobardes legiones de obesos realistas y diablillos de blandos cuernos que (re)matan a los parias sociales con el rabo. Pero sobre todo nos hace creer que aquello que no puede alcanzar, y que sólo mueve el deseo, es todavía mejor.
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