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Crítica:MÚSICA | Liceo de Cámara
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Viena por bulerías

El Liceo de Cámara es un pequeño gran lujo en la vida musical madrileña. Esta temporada el hilo conductor es Viena como punto de encuentro, y el primero de los conciertos ha sido toda una definición del papel de la ciudad en la creación de épocas distintas. Y como para dejar claro que la cuestión sigue viva, en la sesión de apertura se nos ofrece el estreno en España de una obra de quien, según José Luis Pérez de Arteaga en sus notas al programa, es "el más vienés de los compositores españoles": Mauricio Sotelo (Madrid, 1961). El más vienés y, con toda seguridad, uno de los más inteligentes, de los de más abierta cultura. Por eso en su cuarteto Degli eroici furori se empieza con Giordano Bruno en el título, se sigue con la disección del Cuarteto op. 132 de Beethoven a través del elemento catalizador de las enseñanzas de Luigi Nono y se concluye con la apelación a un ángel que algo ha de tener de rilkeano.

Cuarteto Artemis

Obras de Beethoven, Sotelo y Schönberg. Auditorio Nacional. Madrid, 7 de octubre.

La nueva obra de Sotelo es, como suya, un ejercicio de extraordinaria pericia compositiva, que sabe aunar la delicadeza en el trazo con el uso extremo de dinámicas y tempi, que van de la explosión más incisiva a indicaciones como "delicatissimo, lentísimo, intenso", y que muestra una soberbia maestría en la utilización de las sonoridades menos convencionales del cuarteto de cuerda. Y en el centro de todo, claro está, la bulería, ese toque flamenco que en Sotelo es ya marca de la casa y que la viola enciende como una llama de emoción.

Formidable obra ésta que, seguramente, recibió la interpretación ideal, pues el Artemis -por cierto, con sede vienesa- es hoy, por sonoridad, empaste, estilo y técnica -qué segundo violín-, el mejor cuarteto de su generación. Como tal tradujeron esa curiosidad deliciosamente clásica que es el Cuarteto en fa mayor de Beethoven -transcripción del propio autor de su Sonata para piano nº 9- y esa pieza gigantesca, epítome del final del romanticismo, que es el Cuarteto nº 1 de Schönberg, anticipador de tantas cosas que estaban a la vuelta de la esquina.

De propina, una versión prodigiosa de la cuarta de las Cinco piezas de Webern. Una sesión de las que no se olvidan.

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