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Columna
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Vientos y huracanes

La buscamos en Sevilla, pero no estaba. Se había ido hace mucho tiempo. Ella se confiesa nómada, aunque para quedarse, para pararse en su andar por el mundo, eligió un lugar de Galicia, tras su regreso a España a la muerte de Franco. Se llama Julia y no sé si sabíamos de ella. No sé quien, aparte de muy pocos en cualquier sitio, sabe de los poetas. No sé si en El Ferrol, lugar que eligió para vivir, saben muchos de ella. Hay otras urgencias, dominan la vida pública otras urgencias, una reales y otras provocadas aprovechando la inocencia de todos los que sufren las consecuencias de que nadie haya invertido, hasta el empeño absoluto, en que la gente sepa. No se comprometen en esa inversión porque sin duda comporta un riesgo, relegan continuamente esa obligación porque saber es una gracia que lleva dentro el riesgo, para quienes temen por sí mismos, de que ayuda a distinguir, a elegir, a quedarse con lo que vale y desechar lo que no vale. Grave peligro. Me llegó la noticia de la concesión del Premio Nacional de Poesía a Julia Uceda cuando andaba algo aplastada por el ruido de la polémica sobre la Ley del Menor y otros ruidos sobre la presunta necesidad de las mil y una reformas en las que unos andan empeñados y a las que otros se dejan arrastrar, en lo que parece un ejercicio de inmediatez y temor a perder el favor de las mayorías en nombre de las que se suele justificar cualquier rendición. No sé si es cierto, como muchos empiezan a mantener, que en los últimos años se ha ido debilitando el músculo democrático de la sociedad española, lo que sí parece claro es que, de continuar con la fiebre reformadora, puede que lleguemos a convertir las leyes democráticas que nos hemos dado en leyes para el miedo, contra el miedo o a favor del miedo, esa trampa que puede hacer buena cualquier idea peligrosa. Llevamos muy poco tiempo de ejercicio de la democracia, es más, estábamos todavía aprendiendo democracia y de pronto alguien ha decidido quitarnos el libro y, lo que es más grave, parece que nadie está dispuesto a devolvérnoslo. Que nos devuelvan ese libro y que el conocimiento no permita que de lo que estábamos construyendo nos hagan, dicho con un verso de Julia Uceda, "un templo que visitan arenas y huracanes".

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