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Kadírov niega ser la marioneta de Rusia y se muestra seguro del triunfo en Chechenia

Los colegios electorales registraron más presencia de agentes de policía que de votantes

Pilar Bonet

"No soy la marioneta de nadie. Nunca lo he sido ni lo seré". Ajmád Kadírov, que daba ya por segura su victoria en las elecciones presidenciales de la república caucásica de Chechenia, respondía a los periodistas en el pueblo de Tsentorói. Estábamos en el patio de su casa familiar, un edificio amplio rodeado de una verja gigantesca y situado en la cima de una colina convertida en fortaleza. A la entrada del complejo ondeaba el estandarte de Rusia Unida, el partido de los seguidores de Vladímir Putin. Con estas elecciones, Moscú espera normalizar la república.

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"Si en 1994 Putin hubiera sido presidente, no hubiera estallado la primera guerra chechena. Y tampoco hubiera habido esta guerra si hubiera sido dirigente del país entonces. Ha tenido que recoger los añicos de lo que otros destrozaron, y los recoge, y los recogeremos. En Chechenia y en Rusia", respondió Kadírov enfundado en un traje de rayas y acompañado de su hijo, Ramzán, con vestimenta idéntica. Poco antes, padre e hijo habían votado juntos en un colegio electoral de Tsentorói.

El hasta ahora jefe en funciones de la Administración chechena aseguraba tener sólo a varias decenas de personas como miembros de una escolta personal. El resto, aseguraba, están sometidos al Ministerio del Interior. Ramzán dijo ser comandante.

Los colegios electorales por donde pasamos los corresponsales de prensa en Gudermés y en Grozni estaban más concurridos por los agentes de seguridad y miembros de la escolta que nos acompañaban que por votantes, pero, según Kadírov, a las cinco de la tarde ya había votado el 63% del electorado -540.000 personas tienen derecho a voto- y, según sus cálculos, iría a votar el 80%.

Aunque el número total de candidatos era de siete, la única propaganda electoral que podía verse desde la misma entrada en Chechenia por la frontera de Daguestán eran carteles de Kadírov.

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¿Hay en Chechenia un lugar para el líder rebelde Aslán Masjádov, que fue elegido en 1997 y rechazado después por el Kremlin? "Veo dos sitios para él. O bien la cárcel o bien allí", dijo Kadírov levantando los ojos hacia el infinito. "En el otro mundo", afirmó con una risotada. Kadírov arremetió contra Masjádov y diferenció entre la primera guerra chechena (1994-1996) y la segunda. "En la primera, los rusos vinieron aquí; en la segunda, los trajimos nosotros", dijo, refiriéndose a las consecuencias de la invasión de Daguestán por los separatistas chechenos en 1999.

Kadírov anunció que había pedido al presidente Putin que prolongue el plazo de la amnistía para los que depongan las armas con el fin de persuadir a nuevos guerrilleros. "Estoy seguro de que después de las elecciones vendrán más", dijo, y afirmó que nadie sabe exactamente cuánta gente está hoy en las montañas.

Una parte de los guerrilleros amnistiados han sido integrados en unidades especiales al mando de Kadírov y a ellos se recurre para las operaciones difíciles y arriesgadas en las montañas. "Es una situación muy delicada, porque luchan a vida o muerte con sus propios compañeros con la esperanza de conseguir rehabilitarse", señalaba uno de los miembros de la delegación chechena que nos acompañaba. "Ésta es la última esperanza para Chechenia", afirmaba el candidato del Kremlin refiriéndose a sí mismo. El ex mufti, que a mediados de los noventa exhortó a luchar contra los rusos, consideraba ayer que en Chechenia "no hay base para la Guerra Santa". El hombre del Kremlin indicó también que está dispuesto a utilizar su experiencia del mundo islámico para socavar el apoyo que aún puedan tener los separatistas chechenos en el mundo árabe. El 3 de septiembre ya se encontró en Moscú con el príncipe heredero de Arabia Saudí.

En el colegio 383 del distrito de Octubre de Grozni aparecieron ante nosotros las primeras personas que dijeron públicamente no haber votado por Kadírov. Eran siete mujeres alojadas en una residencia de refugiados que decían haber tenido que insistir para conseguir un boletín limpio donde no estuviera marcado el nombre de Kadírov.

Una empleada, en un centro electoral de Grozni con la bandera chechena.
Una empleada, en un centro electoral de Grozni con la bandera chechena.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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