Causas y efectos

"No hablemos de causas...". Con voz alta y clara pronunciaba esta frase José María Aznar refiriéndose al terrorismo; a continuación declaraba que cuando los efectos son muertes, nunca hay justificación de ningún tipo. Esta filosofía debiera de aplicarse también a otros hechos, la guerra de Irak, por ejemplo. La justificación de la invasión fue sencillamente liberar al pueblo iraquí y destruir las famosas armas de destrucción masiva. Nunca oímos a nuestro presidente hablar de los efectos, de las miles de muertes de iraquies, de la destrucción de su modo de vida. En este caso, al parecer, el fin justificaba los medios. Debiéramos de pedirles a nuestros políticos más seriedad y prudencia, y sobre todo a quien nos representa como jefe del Ejecutivo. La política del doble rasero, de componendas, de engaño lógico, nos puede llevar a denostar a nuestros gobernantes y a despreciar este noble ejercicio de entrega y verdad, la política.