El maratón baja de las 2h 5m
Los kenianos Tergat, el ganador, y Korir baten en Berlín la histórica marca
El keniano Paul Tergat se deshizo de su última liebre en esa gran avenida que parte la explanada de Praiser Platz por la mitad ayer por la mañana. O eso creyó. Tergat corrió por donde los ejércitos del Tercer Reich hacían sus desfiles y por donde antes se levantaba el muro de Berlín. Apuró la zancada hacia la meta y, tras un instante de vacilación que por poco le cuesta la victoria, pasó por la Puerta de Brandenburgo seguido de aquella liebre que creía haber dejado atrás: su compatriota Sammy Korir le pisaba los talones. Cuando Tergat alcanzó la meta, lo hizo 43 segundos por debajo del antiguo récord del mundo de maratón. Korir lo acompañó un segundo después uniéndose a una fiesta histórica. Sus marcas de 2h 4m 55s y 2h 4m 56s respectivamente rebajaban por primera vez en la historia el tiempo simbólico de las dos horas y cinco minutos.
"Por fin", dijo Tergat después del último esfuerzo. A sus 34 años, acababa de ganar el primer maratón de su vida después de cuatro intentos fallidos, siempre a punto de atrapar una victoria que le esquivaba. La fortuna quiso que el día que llegase primero no sólo fuera el mejor de la carrera, sino el mejor de la historia. La prueba fue excepcional y las marcas lo reflejaron. El hombre con el que Tergat se jugó el s
print final, Korir, también pulverizó el récord anterior, de 2h5m38s, establecido por el estadounidense de origen marroquí, Jalid Jannuchi, en 2002.
"Incluso algunos amigos míos creían que yo no podía ganar un maratón", decía Tergat, ayer en la meta; "yo sabía que mi día llegaría tarde o temprano, pero la gente comentaba: 'Tergat no puede correr un buen maratón'. Creo que he probado lo contrario. Pienso que ha sido cuestión de sumar la fuerza mental a una buena preparación".
Ex jugador de baloncesto y sargento de la Fuerza Aérea de Kenia, Tergat (Barango, 1969) ha vivido bajo sospecha. Fue plata en 10.000 metros en los Juegos Olímpicos de Atlanta 96 y en los de Sidney 2000, siempre superado por Haile Gebrselassie. Algo similar le ocurrió en los Mundiales de Atletismo de 1995, 1997 y 1999. A pesar de ostentar el récord del mundo de 10.000, en 1997, sobre las pistas cosechó cuatro medallas de plata y una de bronce. Nunca el oro. En maratón tuvo la misma mala suerte. Fue segundo en Londres y en Chicago en 2001, segundo en Londres en 2002 y cuarto en Chicago en el mismo año. El cambio a las calles de Berlín supuso su revancha.
"Todos los récords del mundo pueden romperse", anunció Tergat el sábado; "creo que seré capaz de hacer un muy buen tiempo".
La temperatura más bien fría de Berlín, de entre 9 y 12 grados centígrados durante la prueba, propiciaba una buena marca. Al revés de lo que pasa en las pruebas de velocidad, los músculos de fibra lenta de los fondistas trabajan mejor sin calor. En climas templados, la sangre fluye más lentamente. Si a esto se une una altitud adecuada, a nivel del mar o cercana, y un circuito sin rampas ni bajadas, el maratón puede alcanzar su máxima expresión. En estas condiciones, con 30 metros de desnivel total, la capital alemana se convierte en una sede perfecta. En Berlín se han roto, con el de ayer, cuatro récords mundiales en los últimos cinco años: Ronaldo da Costa (2h 6m 5s) en 1998, Tegla Loroupe (2h 20m 43s) en 1999 y Naoko Takahashi (2h 19m 46s) en 2001. Trece de las mejores marcas masculinas y femeninas del último decenio se han establecido en Berlín.
Tergat, que se embolsó 120.000 euros por el triunfo de ayer, reconoció que no esperaba recortar tanto tiempo al récord de Jannuchi. "En el fondo de mi corazón siempre supe que batiría el récord y hoy todo estaba en su sitio", comentó; "pero no me podía creer el tiempo que había hecho. No me esperaba bajar de dos horas y cinco minutos".
Sin viento, bajo un cielo encapotado y alentado por un millón de aficionados muy ruidosos a lo largo de los 42,195 kilómetros del circuito, Tergat salió disparado de la salida del parque del Tiergarten. A buen ritmo, pero sin quemarse, regulando al paso que marcaban media docena de kenianos -sus liebres-, se deslizó por las calles a ritmo de récord desde el principio. Cruzó el río Spree, giró hacia el norte, luego al este, junto al Reichstag, en pleno antiguo Berlín oriental. De camino hacia el occidental, ya vislumbraba los cinco pórticos neoclásicos de la Puerta de Brandenburgo cuando le asaltó una duda envenenada: ¿por cuál de los cinco pasar?, ¿por el del medio o por los lados?
En pleno sprint, aquella incógnita pudo darle la ventaja a Korir. Pero Tergat se sobrepuso.
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