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Reportaje:MERCÈ 2003

La sucesión de Carles

La designación del nuevo arzobispo de Barcelona dispara todas las alarmas en el seno del catalanismo católico

Ayer se agotó la prórroga que el Vaticano concedió al cardenal Ricard Maria Carles como titular de la diócesis de Barcelona cuando hace dos años cumplió 75, la edad de jubilación. La Santa Sede, sin embargo, no aplica estrictos criterios administrativos -excepto cuando quiere librarse de prelados heterodoxos como Pere Casaldàliga- y todo apunta a que el nombre de su sucesor no se hará público hasta después de las elecciones al Parlament. La Iglesia no quiere interferir en la actividad política, aseguran fuentes diocesanas.

Sobre la identidad del futuro titular de la archidiócesis de Barcelona -la segunda más grande de Europa- se han hecho muchas cábalas. Y ahora, cuando ya se acerca el momento del relevo, de entre la espesa niebla que acostumbra a rodear los mecanismos del poder eclesial, el número de candidatos con posibilidades de suceder a Carles se ha reducido a dos: el obispo de Cartagena-Murcia, el valenciano Manuel Ureña, y el abad de Montserrat, el catalán Josep Maria Soler.

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Ureña es un neoconservador, muy próximo al movimiento apostólico Camino Neocatecumenal, el más numeroso actualmente en España, y cercano, según algunas fuentes, al grupo de presión católico más presente en el actual Gobierno del PP, la Legión de Cristo. Razones suficientes para haber disparado todas las alarmas en los sectores catalanistas, hasta el punto de que hace ya varios meses, cuando su nombre surgió por primera vez, aparecieron pintadas frente a la catedral de Cartagena advirtiéndole de lo poco que algunos deseaban verle por Barcelona.

Tampoco los colectivos cristianos de base le profesan simpatías. El incidente protagonizado por un grupo de fieles -y algún que otro sacerdote- en Vic contra la consagración del nuevo obispo de esta diócesis, Romà Casanova -un protegido de Carles-, iba en realidad dirigido contra Ureña, a quien se considera su candidato y también el del presidente de la Conferencia Episcopal Española, el todopoderoso arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, con quien se dice que comparte formación germánica.

Ayer mismo, el diario Avui publicaba un manifiesto publicitario titulado: Volem bisbes catalans que comprenguin l'obligació que té Catalunya de fer plena la seva personalitat, firmado por decenas de instituciones tan dispares como la Fundación Miró, el Colegio de Arquitectos o la Asociación de Ciegos y Disminuidos Visuales de Cataluña.

Josep Maria Soler, el abad de Montserrat, sería el otro candidato a la sucesión de Carles. Soler es un hombre bien visto por los sectores catalanistas de la Iglesia, a pesar de la polémica que hace unos años sacudió a la comunidad benedictina de Montserrat (véase EL PAÍS del 29 de octubre de 2000) tras las denuncias realizadas desde la propia comunidad sobre el autoritarismo de los últimos abades, así como por determinadas conductas homosexuales. A raíz de aquella polémica, Soler ejerció su autoridad y desterró de Montserrat a destacados exponentes intelectuales de la comunidad, supuestamente críticos con la marcha de la abadía. Algunos de ellos viven todavía en el ostracismo. Esta división en el seno de la comunidad no facilitaría la sucesión de Soler al frente de Montserrat, en caso de que fuera designado sucesor de Carles.

El todavía arzobispo de Barcelona, sin embargo, no puede influir directamente. No forma parte de la Congregación de Obispos, el dicasterio que presenta los candidatos al Papa, en el que sólo hay dos españoles: Eduardo Martínez Somalo, exponente por excelencia de la curia vaticana, y Rouco.

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