Asombro en TVE

El domingo, en el Telediario de la noche, asistí perplejo a un espectáculo tan desalentador como silencioso por cotidiano. Se trataba de la salida del cuartel de la Guardia Civil del presunto asesino de Rocío Wanninkhof y Sonia Carabantes; de entre las diferentes caras de la noticia, se nos presenta a un chico de unos 16 años con unas piedras en la mano, esperando tenso la salida del preso, y ahí estaba, dando pasos de un lado a otro, apretando sus armas en la mano.

No sólo la televisión pública no se molesta en distorsionar la cara -era menor-, sino que incluso lo entrevistan. ¿De verdad que la redactora era consciente de lo que hacía? ¿No hay nadie que filtre las imágenes? ¿Tenemos ya tan asumido que eso es "normal"?

Reflexionemos unos instantes. Se nos presenta a un menor sin ocultar, primeros planos de las piedras apretadas, clama venganza, quiere ser justiciero, la televisión le da relevancia, será importante en su casa, en el colegio, en el grupo de amigos, el mensaje que reciben él y otros muchos chicos que lo vean es que su actitud cuasiviolenta y vengadora es normal y adquiere relevancia social y mediática.

La cotidianeidad y naturalidad con la que se asumen todas estas situaciones, que pasan desapercibidas, nos llevan luego a sorprendernos de la aparición de los somatenes modernos, sin encontrarles explicación. Pues aquí tienen una de ellas, el proceso de asimilación de que los sentimientos de violencia y venganza son algo natural e incluso digno de significación pública, hasta en menores, sin el más mínimo recato, nos está devolviendo a las épocas de las que posiblemente nunca hemos salido, en que la razón de la fuerza estaba muy por encima de la fuerza de la razón.

¿Dónde están hoy los cientos de personas que hace cinco años insultaban y querían agredir a Dolores Vázquez? ¿Qué ha ocurrido con esas caras descompuestas queriendo linchar a la inculpada? No me cabe duda de que lo habrían hecho si hubieran podido, porque estas lluvias traen aquellos lodos.