En memoria de Federico Uruburu, microbiólogo
Un sentimiento de honda consternación invade a todos los científicos y profesionales que trabajan en el campo de la microbiología en España. De forma repentina ha muerto el profesor Federico Uruburu, catedrático de la Universidad de Valencia y director de la Colección Española de Cultivos Tipo (CECT). Licenciado y doctor en Farmacia en los años sesenta, Uruburu se orientó a la investigación sobre microorganismos, centrándose fundamentalmente en trabajos en los que la observación paciente, el análisis sistemático de las características de las células representaba el objeto central de sus aproximaciones. Su dedicación investigadora fueron los estudios ultraestructurales y la conservación y descripción de cultivos microbianos.
Destacó en el manejo de la microscopía electrónica cuando pocos especialistas dominaban esta técnica en España. Integrado durante bastantes años en el grupo de microbiólogos de la Universidad de Salamanca, que creara el profesor Villanueva, contribuyó a la comprensión de aspectos de la ultraestructura de hongos y levaduras, complementando el trabajo de quienes llevaban a cabo aproximaciones bioquímicas y genéticas para estos estudios. Pero donde Federico Uruburu habría de consolidar su trabajo de mayor trascendencia sería como responsable de la Colección Española de Cultivos Tipo. Desde los tiempos de Pasteur y Koch, el progreso en el conocimiento microbiano depende de la posibilidad de cultivar y mantener los microbios en el laboratorio. Las colecciones de cultivos han de manejar miles de especies, conservándolas de la forma más rigurosa y eficaz. Su manteniendo requiere la capacidad de analizar y describir sus características, así como poderlos suministrar a otros laboratorios, con lo que las colecciones se convierten en centros de referencia.
Gracias a Uruburu los microbiólogos españoles hemos dispuesto de una colección de nivel internacional. Laboratorios clínicos, de control alimentario, industriales y otros muchos han dispuesto de cepas microbianas suministradas por esta colección, que, a su vez, ha servido para el depósito de numerosos aislados de diversa procedencia. Federico Uruburu fue capaz de esta labor, superando muchas dificultades iniciales, gracias a su sentido del trabajo ordenado y constante, y la convicción de que la inabarcable diversidad microbiana precisa de este instrumento. Con el tiempo obtendría el apoyo de la Universidad de Valencia, de la Sociedad Española de Microbiología y del CSIC para esta importante labor que benefició a la mayor parte de nuestros laboratorios. Uruburu convirtió también a la CECT en autoridad de depósito internacional, un requisito indispensable para patentar cepas microbianas, cada vez más necesario para el progreso de biotecnología.
La trayectoria de Federico a través del CSIC, la Universidad de Salamanca, la Universidad del País Vasco y la Universidad de Valencia le granjearon no sólo el respeto, sino el afecto de los científicos españoles y extranjeros. Su relación con todos estuvo impregnada de unas cotas de honradez y bonhomía imposibles de superar. Descanse en paz, nos deja un vacío en el que nos faltará la referencia de quien asegura la calidad de los materiales biológicos que muchos utilizamos, pero, sobre todo nos quedamos sin el rostro más humano de entre nuestros colegas científicos.
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