"No estoy aquí como francés"
Jean-Claude Trichet ha tenido que agotar sus reservas de profesionalidad y prudencia para llegar con buen pie a las puertas del Banco Central Europeo (BCE), tras un juicio que pudo costarle la nominación y una candidatura defendida en pleno enfrentamiento de su país con la Comisión Europea. "I'm not here as a french man [No estoy aquí como francés]", tuvo que contestar a eurodiputados reticentes hacia él por proceder de un país tan poco respetuoso con el Pacto de Estabilidad. La votación de ayer en la Eurocámara demostró que en realidad no se le cuestiona, pero es un toque de atención.
Hay veinte años de defensa encarnizada de la ortodoxia monetaria a las espaldas de Trichet. Se le llamó "el ayatolá del franco fuerte" a mediados de los noventa, cuando un Gobierno de derechas -el primero de Jacques Chirac como jefe del Estado- clamaba en vano a favor de una rebaja del tipo de interés. Casualmente fue la época en que su nombre fue agregado a la lista de acusados por el escándalo del Crédit Lyonnais, que le ha tenido en vilo hasta verse oportunamente absuelto, en junio pasado.
Trichet defiende la política de su predecesor, Wim Duisenberg, rectilíneo en el criterio de proteger la estabilidad de precios a medio plazo y nada inclinado a bajar los tipos tanto como Alan Greenspan. El francés prefiere resaltar que los países europeos tienen ahora el precio del dinero más bajo desde la Segunda Guerra Mundial y se muestra todavía menos dispuesto a modificar la política monetaria en aras de una rápida adhesión al euro por parte de nuevos socios del este de Europa.
A principios de septiembre dio nuevas pruebas de su independencia: Trichet criticó al Gobierno de su país por permitir una desviación del 4% en el déficit público, un punto más del tope previsto en el Pacto de Estabilidad. "Sería un error creer que, en periodo de dificultades, aumentar el déficit supone necesariamente una ventaja para el crecimiento", explicó. A su juicio, un nivel elevado de gastos y de déficit provoca la desconfianza de los consumidores y los inversores, anulando los efectos keynesianos esperados. El todavía gobernador del Banco de Francia apoya reformas estructurales como la llevada a cabo con las pensiones, argumentando que el temor al futuro provoca tasas de ahorro demasiado altas de los particulares.
Procesos aparte, Trichet cuenta, a sus 62 años, con una carrera cuajada de experiencias. Inspector de Hacienda y enarca, pasó por el Gabinete de Valéry Giscard d'Estaing y por la dirección de finanzas internacionales del Gobierno francés antes de ser nombrado director del Tesoro en 1987 y gobernador del Banco de Francia en 1993.
Sumamente prudente en sus declaraciones, durante los últimos meses, nada de cuanto ha dicho o dado a entender permite pensar en cambios "a lo Greenspan" en la línea del BCE. Y, sin embargo, Trichet escribió recientemente en un artículo de prensa: "La política monetaria es un arte y no una ciencia; las decisiones reposan sobre un juicio, no sobre la aplicación mecánica de los resultados de un cálculo". De Trichet se puede esperar ortodoxia, pero no rigidez; firmeza, que no tozudez. Un savoir faire muy francés, a fin de cuentas.
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