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Columna
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La devaluación del sexo

El momento más patético de un cómico es aquél en que tratando de hacer reír, sólo consigue que el público bostece. Igualmente, lo más desolador del espectáculo porno es que en lugar de excitar mueva a la risa. Entre lo sublime y lo ridículo hay apenas un paso. Como lo hay entre el propósito de provocar y el posible efecto grotesco. De casi todo ello es una muestra la obra XXX de La Fura dels Baus que se representa ahora en Madrid.

La Fura dels Baus fue durante años el extremo de lo permitido, la máxima brutalidad del espacio teatral, el grito contra lo ya previsto. Esa fama y esa práctica produjo escándalo con la casi totalidad de sus obras y XXX significa el intento de lograr igual provocación empleando como materia prima el sexo. Un propósito, sin embargo, inútil porque ni el sexo es hoy lo que fue ni, por supuesto, conserva su vitalidad insurgente. Hace tres cuartos de siglo, en 1927, Wilhem Reich publicó su libro capital, La función del orgasmo, y durante los años sesenta su teoría sobre el orgón, una sustancia cósmica y vital que daba impulso al mundo, sirvió de manual revolucionario. Reich pertenecía al partido comunista desde 1929 y su formación como alumno de Freud le permitió unir psicoanálisis y marxismo, deseo de satisfacción sexual con desobediencia civil, búsqueda del placer carnal con la lucha por la sociedad sin clases. Pero no sólo en los años sesenta, hasta los ochenta del siglo XX la libertad sexual operaba como palanca de agitación social, continuaba espantando al burgués y manifestándose como eje de liberación al modo en que preconizaba La función del orgasmo.

Las cosas, no obstante, han cambiado mucho. Todavía en 1995 se realizaban en España 5 películas pornográficas al año pero en 2001 se aproximaron a las 50 y, entretanto, las compañías distribuidoras ofrecieron 1.000 títulos de diferente procedencia extranjera. La publicación de libros con contenido sexual aumentó en más del 324% desde 1990 a 1996 mientras la cifra de los títulos, en general, crecía sólo en un 83% en España.

La oleada de pornografía en televisión, cine, revistas, en videojuegos, en galerías de arte, en teléfonos rosa, en anuncios por palabras, en vídeos, en pasarelas, en la publicidad de moda, en el porno-chic, se multiplica en la red donde el sexo se ha convertido en el primer producto de éxito dentro del comercio electrónico. ¿Provocar mediante un espectáculo porno? Una investigación de la Carnegie Mellon University de Pittsburgh en 1995 y titulado Marketing Pornography on the Information Superhighway afirmaba que "la pornografía constituye la aplicación recreativa más extendida en las redes" y, de hecho, existen actualmente más de 300.000 páginas porno en Internet en todo el mundo con un volumen de facturación superior al de la industria cinematográfica en taquilla. ¿Cómo esperar por tanto que un nuevo espectáculo de tal clase consiga asombrar? La pretensión de La Fura dels Baus aparece, como poco, ingenua y de esa naturaleza es su espectáculo. Nadie asocia hoy el sexo ni sus eventuales perversiones a liberación social alguna. Más bien se trata de un mundo que abandonando la finalidad de procrear se ha destinado especialmente a recrear y de ese parque recreativo no se sale.

En las manifestaciones antiglobalización, en las protestas de artistas, en las vindicaciones sindicales, a mitad de una jornada de huelga, al final de los desfiles la gente se desnuda, pero esa acción que antes despertaba algún clamor ahora ha venido a convertirse en un fácil recurso. El sexo cuya liberación ponía en peligro a la familia burguesa, la represión escolar o religiosa, los principios de la autoridad adulta y tantos otros artefactos de poder, ha quedado reducido a un incidente de menguado valor, sin gran capacidad de consternación ni de sorpresa. En menos de veinte años se ha consumido tanta sexualidad que más bien lo exquisito es alguna forma de abstinencia. O bien: se ha difundido de tal manera el sexo en público que lo interesante ahora es recobrar la intimidad: el derecho a ofrecer sexo selectivamente y degustarlo en calma, apartado del bullicio visible del sistema.

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