El orgullo de Aznar
Después de 70 días de silencio parlamentario, el presidente Aznar nos ha aclarado tres cosas: que sólo se basó en los informes de la ONU para promover la guerra de Irak, que no se está luchando contra la resistencia del pueblo sino contra terroristas y, por último, que está orgulloso de lo hecho.
Sobre lo primero, pretender que la frase "atenerse a graves consecuencias" es dar vía libre a una guerra, es tener muchas ganas de empezarla, sobre todo cuando aún estaban los inspectores sobre el terreno pidiendo más tiempo y encima ahora su jefe, Hans Blix, dice que debe ser verdad que allí no había armas.
Terroristas es como llamaban los nazis a la resistencia francesa, o los israelíes a la OLP: parece inevitable que, una vez ocupado cualquier país por tropas extranjeras, surjan grupos que luchen contra ellas.
Así que la clave está en lo tercero, pero, ¿de qué está orgulloso el señor Aznar? No será de los 10.000 muertos estimados en la guerra (el triple que en el 11-S), ni de la destrucción de infraestructuras, ni del saqueo de museos y bibiotecas, ni de la miseria de los iraquíes, ni de haber desestabilizado a un país para desarmarlo cuando ya lo estaba, ni de los atentados continuos de ahora. Sólo queda la desaparición de Sadam, a no ser que el orgullo sea por salir en la foto de las Azores. Maldito orgullo.
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