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Tribuna:COYUNTURA AGRARIA
Tribuna
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Las negociaciones agrarias de Cancún

El autor analiza las dificultades que se han producido en la cumbre de Cancún y asegura que aceptar las condiciones presentadas por un grupo de 21 países supondría desmantelar

Durante los 50 años de existencia del GATT, antecedente de la actual Organización Mundial del Comercio, la agricultura quedó fuera del proceso de liberalización del comercio mundial. Es a partir de la Ronda Uruguay y de los Acuerdos de Marrakech, cuando se crea la OMC y se concluye el primer acuerdo sobre la agricultura, que entra en vigor el 1 de enero de 1995. Se decidió entonces que el comercio agrario se liberalizaría a través de un proceso continuo en el tiempo. En esta primera fase de seis años de duración se acordó reducir los aranceles y las ayudas a la producción y a la exportación de los productos agrarios. Además se acordó que una nueva fase de negociación se iniciaría a partir del 1 de enero de 2000.

Cada paso en el proceso de liberalización comercial trae ventajas a los países en desarrollo

En noviembre de 2001 la Conferencia ministerial de la OMC se reunió en Doha y acordó lanzar una nueva Ronda global. Las negociaciones agrarias ya iniciadas se enmarcaron dentro de la misma, que debe concluirse el 1 de enero del año 2005. En materia de agricultura en Doha se adoptó el compromiso de obtener "mejoras sustanciales del acceso a los mercados; reducciones de todas formas de subvenciones a la exportación, con miras a su remoción progresiva; y reducciones sustanciales de la ayuda interna causante de distorsión del comercio", con una referencia al "trato especial y diferenciado para los países en desarrollo (como) parte integrante de todos los elementos de las negociaciones...".

El pasado mes de junio la Unión Europea aprobó una profunda reforma de su política agraria común con el fin, entre otros, de cumplir con los compromisos adquiridos en Doha. Desde ahora en un futuro gran parte de las ayudas que la Unión Europea concede a sus agricultores no está vinculada a ninguna producción sino al cumplimiento de una serie de requisitos que benefician al conjunto de la sociedad.

Para dar un impulso a estas negociaciones, numerosos miembros de la Organización Mundial del Comercio instaron a la Unión Europea y a los Estados Unidos de América -ambos representan el 50% del comercio agrario mundial- a concluir un acuerdo entre ellos que facilitara la adopción de un compromiso final. Así, el pasado mes de agosto, la Unión Europea y los Estados Unidos de América llegaron a un acuerdo que es, sin duda, reflejo de su voluntad de facilitar el camino hacia la conclusión de las negociaciones

En dicho acuerdo se contemplan reducciones de las ayudas internas que causan distorsión del comercio, la eliminación de subvenciones a la exportación para los productos que revistan mayor interés para los países en desarrollo y el acceso libre de parte importante de las importaciones procedentes de estos países facilitando el acceso al mercado así como el establecimiento de una salvaguardia especial para proteger los productos sensibles de estos países.

A pesar de estos avances sobre las posiciones de partida por parte de la Unión Europea y de Estados Unidos, las negociaciones celebradas en Cancún han atravesado un momento de extrema complejidad al haber presentado un grupo de 21 países -países de carácter muy heterogéneo entre los que figuran Brasil, Argentina, India, Cuba, Egipto, Costa Rica- un documento que recoge las posiciones más maximalistas tanto del Grupo de Cairns como de los países en desarrollo, que está haciendo inviable una negociación real. Aceptar las exigencias de este documento supondría el desmantelamiento de la política agraria común con sus consecuentes efectos devastadores para el mundo rural europeo.

Este grupo de países ha presentado esta Conferencia ante la opinión pública como un conflicto entre países pobres y ricos. Nada más lejos de la realidad ya que, entre ellos, hay países como Brasil, Suráfrica, México y Chile que, si bien pueden tener claras desigualdades sociales, tienen una capacidad de desarrollo y unas potencialidades económicas que superan a muchos de los nuevos miembros de la Unión Europea.

De hecho, el futuro del crecimiento del comercio de los países en vías de desarrollo pasa también por un incremento de los intercambios sur-sur. Los países en vías de desarrollo representan 5/6 de las necesidades alimentarias mundiales, por lo que constituyen el principal mercado potencial.

En este sentido, cabe recordar que, frente a una protección efectiva arancelaria media de alrededor del 10% en la Unión Europea para productos agrícolas, los grandes exportadores en vías de desarrollo presentan protecciones muy superiores, desde el 30% en Argentina y Brasil hasta el 100% en India.

Los maximalismos y las posiciones numantinas no conducen a ninguna parte. Lo peor que les puede ocurrir a los países en desarrollo es que no haya un acuerdo, ya que cada paso dado en el proceso de liberalización comercial supone una mayor ventaja para ellos.

La UE es el primer importador de productos agrarios del mundo (más de 80.000 millones de dólares en 2001 según datos OMC) e importa de los países en desarrollo tantos productos agrarios como las importaciones de EE UU, Japón, Canadá, Australia y Nueva Zelanda en su conjunto.

Las ofertas de la Unión Europea y de Estados Unidos reconocen la necesidad de otorgar un trato especial y diferenciado a los países en desarrollo garantizándoles mayores oportunidades de acceso al mercado y aceptando que algunos de ellos, los que más lo precisen, mantengan medidas de protección durante el período transitorio necesario para su adaptación a un régimen comercial más liberalizado.

Sin duda estamos ante un momento histórico en el que es necesario hacer un ejercicio de realismo: Los países en desarrollo debieran ser conscientes de que ellos son los mayores beneficiarios de las propuestas de reforma de las políticas agrarias y comerciales formuladas por las dos primeras economías mundiales. Asimismo deben ser conscientes de que la viabilidad del medio rural de la Unión Europea necesita del mantenimiento de determinados mecanismos de apoyo, lo que exige establecer ciertos límites a los compromisos que se adopten en esta segunda fase del proceso de liberalización del comercio agrario mundial.

guel Arias Cañete es ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación.

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