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Tribuna:DEBATE | El velo: ¿símbolo de opresión o de identidad?
Tribuna
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¿Por qué el pañuelo?

Me gustan los pañuelos, las pañoletas, los chales. Me gustan más que las joyas, son más suaves, más cálidos, más protectores. Permiten jugar con los colores y con las formas y fabricarse bellos tocados sin gastar casi dinero. Me gusta cubrirme la cabeza y las orejas para protegerme del frío y ponerme turbantes para resguardarme del sol. Me gusta tener uno siempre a mano para rezar.

Sí, soy musulmana, creyente y practicante, pero hacer del pañuelo el símbolo de mi religión me molesta profundamente. Reducir el islam a un debate sobre el pañuelo me parece una especie de desviación, caer en el fetichismo.

¿Qué dice el Corán sobre el pañuelo?

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"Di a las creyentes que bajen la vista con recato, que sean castas y no muestren más adorno que los que están a la vista, que cubran su escote con el velo y no exhiban sus adornos sino a sus esposos...". (Azora XXIV, La luz, aleya 31). Y en la aleya anterior (30) se dice previamente a los hombres: "Di a los creyentes que bajen la vista con recato y que sean castos...".

Reducir el islam a un debate sobre el pañuelo me parece caer en el fetichismo

Así pues, el Corán aconseja a los creyentes que preserven al otro y a sí mismos de la tentación, pero en ningún momento se menciona la cabeza ni el cabello.

Evidentemente, es susceptible de interpretaciones, y algunos consideran que el cabello forma parte de los adornos. Es posible, pero hacer de ello uno de los pilares del islam como la profesión de fe, la oración, el ayuno, la caridad y el peregrinaje roza, en mi opinión, la herejía.

Los hombres mienten, roban, calumnian sin pensárselo demasiado, a pesar de que no cabe duda de que es pecado. Cuentan con la benevolencia divina y con el ilimitado perdón de Dios. Pero, como si poseyeran las llaves del infierno, aseguran que las mujeres irán a él si se descubren la cabeza.

Desde hace unos años y debido a la introducción del pensamiento wahhabí a golpes de petrodólares, se han multiplicado los sermones sobre este tema hasta constituir una auténtica pesadilla para las mujeres, que han empezado a cubrirse la cabeza. Vivimos una época apocalíptica a la que coopera la coyuntura política mundial.

El wahhabismo es una interpretación política del islam adoptada por Arabia Saudí, que se considera el país más musulmán del mundo, e incluso compite con el Irán chií, cuya revolución interpeló a todas las masas musulmanas.

El wahhabismo nació como reacción al empuje colonialista de finales del siglo XIX, era un modo de cerrar filas frente al invasor. Se trata de un pensamiento integrista y moralista que predica la vuelta a las fuentes para agradar así a Dios y volver a la época de esplendor del mundo musulmán. Vaciado de su sentido, como demuestran todos los actos impuros que los saudíes cometen "a escondidas", su objetivo son las mujeres.

Está claro que a mí también me afecta; las cosas no son tan simples. Me afectan esas jóvenes cultas que llevan el pañuelo como signo de su compromiso militante. Rechazan los valores occidentales, a los que consideran contravalores. Se niegan a que las mujeres sean tratadas como objetos en nombre de una libertad alienada. Proclaman que su libertad radica en llevar el pañuelo, y obligarlas a que se lo quiten, aunque sea para la foto del carnet de identidad, es para ellas un insoportable atentado a su opción vital.

Es su identidad, su compromiso político el que se ve amenazado. Consideran que su liberación pasa por el pañuelo, por la negativa a ser objetos sexuales. Son mujeres emprendedoras, se mueven y hablan con más libertad. Están entregadas a la vida asociativa y muchas veces son admirables.

Aunque también sigue siendo cierto que el hábito no hace al monje y que algunas prostitutas lo usan para protegerse. Incluso se ha convertido en una moda. Y cuando veo las caritas maquilladas y sonrientes de esas jóvenes que lo llevan a pesar de no ser practicantes me siento como una vieja pasada de moda.

La lucha contra el pañuelo, vivido como opresión, fue la lucha de mi madre. Yo jamás he tenido que llevarlo. Algunas jóvenes de mi generación se lo ponían en la adolescencia, presas de una crisis de pureza, pero se trataba de casos raros que llamaban la atención.

Eso en lo que respecta a las mujeres de la ciudad. Para las campesinas es una tradición que sigue vigente. Las primeras que emigraron a la ciudad se lo quitaron, pero la ruralización masiva de las ciudades ha coincidido con la moda del pañuelo y las campesinas no han tenido ya que quitárselo, contribuyendo así a su generalización. La modernidad ya no está de moda.

Y yo, ¿qué hago? Resisto a la presión ambiente, pero no la temo.

Me apena ver cómo aumenta la división entre las mujeres que llevan pañuelo y las que no lo llevan. He constatado el creciente rechazo de las mujeres que no llevan velo a las que lo llevan, como si temieran contaminarse. Y las que lo llevan carecen con frecuencia de compasión, se creen investidas de una misión redentora y pecan de orgullo. Del orgullo de estar en posesión de la única verdad.

Dios no quiere uniformarnos. En el Corán nos dice que, si lo hubiera querido, seríamos todos iguales, sumisos y sin opinión propia. Nos quiere libres, libres de acudir a Él uno a uno, con nuestra diversidad.

Terminaré citando de nuevo el Corán, cuando Dios dice a su Profeta: "¡Amonesta, pues! Tú eres sólo un monitor. No tienes autoridad sobre ellos". (Azora LXXXVIII, La que cubre, aleyas 21 y 22)

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