Amor y humor
Georges Bernard Shaw y la actriz Stella Campbell fueron amantes. No muchas veces; pero se amaron a distancia durante cuarenta años y se escribieron cartas de un amor anglosajón, humorístico y aparentemente glacial. Conservaron cuidadosamente sus cartas; pero en secreto porque los dos estaban casados. Uno de aquellos secretos de la sociedad victoriana que conocía todo el mundo, pero que se fingía no conocer. Cuando el secreto no fue menester, se publicaron: creo que retocadas por Shaw, y supongo que seleccionadas y también perfeccionadas por el autor de su forma y teatral y, quizá por los traductores, por los actores... Esto es así, no hay nada de qué quejarse, salvo de que el resultado no sea tan perfecto. Puede serlo para otros: yo tengo el problema de dos recuerdos: de cuando hizo esta obra en España Fernando Fernán-Gómez, y de cómo era, vivo y genial, Georges Bernard Shaw. Probablemente en el teatro no hay que remedar a personajes vivos, y basta con que el actor los evoque, o los haga vivos. No me pasó eso con Sergio Renan, a pesar de todos sus esfuerzos y su buena fe de actor. Cierto que no va uno a verle a él, sino a Norma Aleandro, primera dama del teatro en este idioma y sus nobles variantes, y no decepciona. Quizá hubiese preferido verla hacer una obra real de Shaw, bien traducida por alguna de las personas que quedan para este tipo de trabajos. Advierto que ésta no es una crítica de la obra, sino de mí mismo por tener experiencias que el público no tiene por qué tener; y menos el público profesional que llenaba la grata sala del Marquina, y que no tienen por qué conocer más de lo que se puede o se debe. Estaban entusiasmados, o representaban el papel del entusiasmo. Me alegré mucho por los intérpretes.
Mi querido embustero
Jerome Kilty, traducción al español- argentino de Fernando Masllorens y Federico González del Pino. Intérpretes y directores, Sergio Renan y Norma Aleandro, Teatro Marquina.
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