Los judíos de Marruecos tienen miedo
El asesinato de un hebreo y otros ataques contra israelíes han abierto el debate sobre el exilio o la permanencia en el país
¿Irse o quedarse? La pequeña comunidad judía de Marruecos estaba sumida ayer en ese dilema tras el asesinato, el jueves, de uno de sus miembros por dos terroristas encapuchados que se dieron a la fuga. Albert Rebibo, negociante de madera de 55 años, acribillado cuando cerraba su comercio en el mercado de Lakria, fue enterrado ayer por cientos de correligionarios en lágrimas. Los jefecillos de la comunidad de Casablanca -poco más de 3.000 miembros- se resisten a darse por vencidos pese a que el asesinato fue precedido, en mayo, por tres atentados contra la Alianza Israelita, el cementerio judío y el restaurante Positano, propiedad de otro marroquí judío.
"Entonces tuvimos la baraka (buena suerte) porque no murió ninguno de nosotros, pero el pobre Albert no la tuvo el jueves", afirma André, un judío corredor de seguros. Los españoles, en cambio, no salieron tan bien librados porque cuatro de ellos fallecieron entonces en la voladura del restaurante de la Casa de España. En total, los atentados del 16 de mayo causaron 45 muertos.
"A través de nosotros se golpea a todo Marruecos, a un modelo de convivencia y de tolerancia sin parangón", se indigna Serge Berdugo, secretario general de la comunidad israelita de Marruecos. "Espero que nuestra comunidad supere este trance", prosigue. "Estamos decididos a resistir y a hacer frente", añade Víctor Mamane, presidente del Círculo de la Unión, una asociación de sus correligionarios.
Aquellos judíos que no ocupan puestos de responsabilidad parecen menos convencidos. "Esto no se va a detener con la muerte de Albert", anuncia una mujer que, ante todo, teme que un kamikaze vuele algún colegio. "Estamos en libertad provisional", asegura. "Había una emigración con cuentagotas, pero este asesinato va a acelerar el fenómeno", recalca Paul Abergel, director de la Escuela Internacional de Casablanca, uno de los tres institutos judíos. "No se nos puede pedir que seamos héroes".
Detrás de los muros de su escuela, protegida por un par de policías, Abergel evoca nostálgico los tiempos en que los judíos eran "el motor económico" de Marruecos. "Los bancos cerraban en las fiestas religiosas judías porque buena parte de sus directivos eran de esa religión", recuerda. Aún hoy en día, uno de los consejeros de Mohamed VI, André Azulay, es judío. Ayer representó al rey en el entierro.
Cuando Marruecos accedió a la independencia, en 1956, había en el país 350.000 judíos que, a veces, eran banqueros pero también ejercían oficios modestos. Hoy en día subsisten cien veces menos, casi todos en Casablanca. Su media de edad es alta y muchos de sus hijos han emigrado a Europa, Canadá o Israel. "Con o sin atentados ésta es una comunidad que se muere", se lamenta Abergel. Aunque ha empezado a tomar precauciones, el director de la escuela no ha notado ningún auge del antisemitismo. No así una mujer de su comunidad a la que le han preguntado más de una vez, con agresividad, que qué hacían en Marruecos ella y los suyos. Berdugo no se acaba de creer estas desagradables anécdotas: "Lo único bueno es que no sólo las autoridades, sino numerosísimos ciudadanos de a pie nos están mostrando su afecto".
Una participación escasa en las municipales
Escasa afluencia, poca animación. Buena parte de los colegios electorales urbanos de Marruecos estuvieron ayer poco concurridos, según constataron observadores extranjeros y periodistas. La participación en los comicios municipales era, a media tarde, según un pequeño muestreo, inferior a la de las legislativas de hace un año, en las que votó algo más de la mitad de los electores.
"El voto es un derecho y un deber nacional. ¡Ejerza su derecho al voto!". Hasta ayer mismo, la prensa y la televisión animaban, con éste y otros eslóganes, a los 14,6 millones de marroquíes mayores de 18 años a acudir a las urnas. Veintiséis partidos y un puñado de listas independientes, con un total de 122.658 candidatos, compiten por las 23.689 concejalías de los 1.514 ayuntamientos marroquíes. Una nueva ley otorga a los primeros ediles mayores poderes, pero no más recursos financieros.
Los resultados arrojarán, probablemente, un mapa político muy fraccionado en el que los dos grandes partidos, socialistas e Istiqlal, se adueñarán de la mayoría de las grandes ciudades en las que difícilmente pueden triunfar los islamistas legales del Partido de la Justicia y del Desarrollo, porque sólo concurren en la mitad de las circunscripciones.
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