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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una quiebra

La mirada singular y minuciosa de Milton Hatoum crea una atmósfera plagada de detalles en 'Dos hermanos'. Una novela que habla sobre la lengua y la memoria.

Además de la memoria, entre difusa y nítida, del pasado en el Líbano, concretamente en Biblos, memoria que expande los motivos de la primera novela de Milton Hatoum, Relato de cierto Oriente; además de la geografía brasileña (Río de Janeiro, pero sobre todo Manaus y São Paulo), conmueve en la lectura la atmósfera que nutre las acciones, desde los alimentos hasta los pájaros, las plantas y las medicinas caseras, desde las ropas hasta el color y el tacto de los muebles. Y qué importante es participar del concierto que componen las voces narrativas y los nombres de las cosas, muchas veces ajenas -se mencionen en portugués o en español de América- a nuestra vida cotidiana de europeos pero ingredientes esenciales del sonido del discurso.

DOS HERMANOS

Milton Hatoum

Traducción de Juana María Inarejos Ortiz

Akal. Madrid, 2003

255 páginas. 15,60 euros

El portugués brasileño de Milton Hatoum crece como lengua propia, individual, lengua que obedece a una mirada singular, minuciosa, atenta a los matices no sólo de las acciones sino también de los objetos que se articulan con ellas, que las adjetivan o, en algunas ocasiones, sustantivamente las definen. Y con más razón porque la novela es también una reflexión sobre la lengua: el narrador que hace memoria se mueve sobre todo entre dos idiomas, el árabe y el portugués. Pero habría que rescatar también el francés, representado por el profesor y poeta Antenor Laval, admirador de los escritores simbolistas. Sospechoso de simpatías comunistas, acaba apaleado por la policía y muere en la cárcel. La lengua, por otra parte, es instrumento esencial de la seducción, la palabra erótica que hace que Halim conquiste a Zana dedicándole gacelas, composición poética amatoria que escribe en árabe y traduce al portugués su amigo Abbas.

Pero la lengua es también una ausencia. Y la novela de Hatoum reflexiona sobre la orfandad, la viudez y esa otra forma de la desolación, la quiebra familiar, la ruina, que es el odio entre hermanos, la "escena bíblica", aunque -lejos de toda moral fácil o complaciente- no podamos saber cuál de los dos (Omar, el benjamín, o Yaqub) es Caín, cuál de los dos es Abel. A la manera de una composición trágica sobre la pérdida (de la propia lengua, del otro, del país de origen), desfilan una madre absorbente, muy ligada a su padre (el viudo Galib, dueño del restaurante Biblos), del que queda huérfana, y a la vez ardorosa amante (Zana); un padre (Hamil) dividido entre el amor, el mensaje amoroso (no importa quién lo escriba) y la pérdida del placer con la llegada de los hijos (primero los dos hermanos y luego Rânia, cuyo objeto de amor es su propio hermano Omar); la criada Domingas, también huérfana, tiene un hijo, Nael, que en realidad narra la historia, reproduciendo en ocasiones testimonios de Hamil. Nael sabe que uno de los gemelos es su padre, pero nunca llegará a saberse a ciencia cierta si fue Omar o Yaqub. Y la duda no sólo deriva de la habilidad del narrador para hacer que quien lee conjeture, sino también del abandono de las certezas, de la conciencia de las ficciones de la memoria y de que la lengua (las lenguas) padecen de la misma orfandad de los personajes. Porque el pasado son escombros y el futuro, la más engañosa de las imágenes.

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