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Reportaje:

El millonario y el faraón

François Pinault lleva a juicio un supuesto fraude con una escultura egipcia

Cuando alguien se dispone a pagar 780.000 euros por una antigüedad, lo menos que puede exigir es que realmente lo sea. El millonario francés François Pinault y su esposa se enamoraron de una estatua del faraón Sesostris III y aceptaron pagar el equivalente de aquella suma (cinco millones de francos en la época de la compra) por hacerse con la pieza, convencidos de que procedía del tiempo de ese reinado, entre 1878 y 1843 antes de Cristo. Casi cinco años después de la compra, la estatua se encuentra en el centro de una batalla legal y no se han despejado las dudas sobre su autenticidad.

Pinault y su esposa compraron al viejo-nuevo faraón en una venta organizada por la casa de anticuarios Drouot, el 10 de noviembre de 1998. El catálogo precisaba que la estatua procedía del reinado del faraón. Una experta consultada por Pinault aportó su opinión favorable y la de una conservadora del Museo del Louvre. Basado en estas opiniones, Pinault se comprometió a pagar 5.099.285 francos por la escultura egipcia.

Un laboratorio especializado concluyó que la figura de Sesostris III es una obra moderna

A los pocos días, sin embargo, comenzó a recibir avisos de expertos en arte a los que dicha estatua les había sido ofrecida anteriormente, que la rechazaron por albergar dudas sobre su autenticidad.

François Pinault, de 66 años, no sólo es un empresario importante: su sociedad patrimonial -actualmente en fase de transición hacia una sucesión familiar- controla desde los almacenes Printemps a la Fnac, la casa de subastas Christie's o la marca de lujo Gucci. Además, el famoso empresario es un coleccionista de arte. Una de sus iniciativas consiste en financiar un museo en la isla en medio del Sena donde estuvo instalada Renault antiguamente. Por eso, su fama de seriedad se vio enfrentada a las dudas sobre la estatua que acababa de adquirir. Alguien tenía que quedar mal en esta historia, porque Pinault se juega su reputación, pero también la casa donde compró la pieza y los expertos que avalaron su autenticidad.

Pinault intentó deshacer la operación. Sin embargo, el 31 de enero de 2001 fue condenado judicialmente a pagar la suma comprometida con la casa de subastas. Formalmente, la venta se había realizado correctamente: dos conservadoras de los Museos de Francia, Elisabeth Delange y Christine Desroches-Noblecourt, habían concluido que la estatua del faraón quizá no correspondiera a la época del reinado de Sesostris III, pero sí a una imagen conmemorativa realizada entre 1850 y 1720 antes de Cristo. Desde el punto de vista de la primera sentencia, no quedaba más que recoger la pieza en cuestión y abonarla.

Pero esto no satisfizo al empresario, que se negó a pagar y presentó un recurso. Su abogado argumentó que aquél había pretendido comprar una estatua contemporánea del faraón y no de una época posterior. Sin embargo, un tribunal de apelación confirmó la sentencia inicial.

Entonces, François Pinault encargó un peritaje a un laboratorio especializado en el estudio científico de las obras de arte. Las conclusiones de este análisis fueron concluyentes: "Esta escultura es un objeto moderno". La piedra presentaba huellas de herramientas y aleaciones que no existían en el Antiguo Egipto, sino más bien en el siglo XX. No obstante, el tribunal de apelación siguió sin ver motivos para anular la transacción, basado en que los compradores habían tardado demasiado en aportar ese peritaje y no habían probado que el retraso fuera culpa de los encargados de la venta. Los abogados de Pinault volvieron a la carga el miércoles pasado, reclamando una vez más la anulación de esta venta en el tribunal de apelación de París.

La polémica ha llenado páginas de periódicos, con un reportaje particularmente destacado en el diario Le Monde. Así se ha sabido de los odios africanos que se profesan reputados egiptólogos, que han tomado posiciones a favor y en contra de la autenticidad de la famosa estatua. Uno de ellos, Jean Yoyotte, afirmó que la prueba concluyente de la falsificación es que la pieza fue desprovista de algunas inscripciones al surgir los primeros recelos. Los defensores de que es auténtica han elaborado complejas teorías para afirmar que nada prueba que los antiguos egipcios desconocieran las herramientas y aleaciones cuya huella sobre la estatua parece tan sospechosa a otros colegas. La justicia ha de determinar, de aquí al 13 de octubre, quién tiene razón en este embrollo del mercado del arte.

François Pinault, el pasado 16 de enero en París.
François Pinault, el pasado 16 de enero en París.AFP

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