El mundo en cuatro paredes

Siglo XIX, posmodernismo y novela social norteamericana. Ésas parecen ser las tres principales fuentes de las que bebe Jonathan Franzen (Illinois, 1959). Y si este escritor estadounidense mira de frente estas tendencias literarias, hasta pasearse por ellas y confundirse en ellas para encontrar una nueva ruta, lo hace mirando de soslayo otros elementos del paisaje de la creación: al autor que va de genio, al texto pontificador, a quienes prefieren el tema antes que a los personajes, es decir, a quienes anteponen el pensamiento al sentimiento. Así lo demostró en Las correcciones (Book Award, 2001), donde hay consignas para la novela: redescubrir las pasiones y reivindicar el entretenimiento.

Ser lector antes que escritor.

Y en esta novela, Franzen lo hace contando la historia de una familia de su país hecha de fisur4s; unida pero agrietada y con intenciones de ponerse manos a la obra para remediar, para corregir. Son observadores del desmoronamiento. Cinco seres muy bien definidos cuyas vidas están cerca pero alejadas, aunque dependen los unos de los otros y ellos no lo sepan, o se nieguen a aceptarlo. Un microsistema del mundo. Del presente puesto en una familia. Y con todo lujo de detalles. A este aspecto de la literatura vuelve también Franzen. Lo rescata para la novela. Descripciones minuciosas, frondosas, que basculan entre la exploración de lo bello preñado de lo decisivo y lo fundamental. Sea trágico o no. Aunque es una obra acogida como pocas por la gran crítica estadounidense, quizá le vendrían bien unas cuantas páginas menos. W. M. S.