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Columna
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Destapado

Ni el mismísimo señor Piqué sabe de qué ha dejado de ser ministro, pero a nadie le importa porque los labios de José María Aznar han susurrado el nombre del destapado, Mariano Rajoy. Decisión orgánica debida, según se dice en el PP, a lo bien que se portó don Mariano durante la crisis del Prestige y a que fue uno de los ministros que menos se escondió cuando Aznar emergió del sepulcro del Cid y partió en guerra contra el infiel, de momento descubierto en Irak. Aznar ha subido un listón a la democracia orgánica previsible en el seno del PP y la ha convertido en digital. Aznar ha señalado con el dedo al tapado, y Rajoy tiene que empezar a desvestirse hasta quedar en bolas, y conociendo como vamos conociendo a don José María, sospechamos que el destapado vivirá siempre desnudo y a sus órdenes después de haber pasado todos los juramentos de Santa Gadea para demostrar su coincidencia con las dos ideas únicas de su padrino: cómo complicar todavía más el problema vasco con tal de que se beneficie el voto del PP en el resto de España y salir de la segunda división de la política internacional respaldando guerras ilegales, siempre humanitarias, ya que el objetivo humanitario de toda guerra es matar al enemigo.

El destapado estrenará liderazgo a la sombra de Aznar y sin la menor posibilidad, de momento, de cambiar de actitud con respeto al diseño del Estado español ni frente a los compromisos belicistas del aznarismo. Debido a sus carencias como intelectual orgánico colectivo, el PP ha asumido las delirantes desmedidas de la política vasca e imperial de Aznar y el destapado tampoco puede desairar a un presidente que se va pero que se queda vigilando los andares del neonato. Ocurre que cualquier heredero se nubla si la sombra protectora del tutor es excesiva, y a poco que se compliquen más las guerras de Euskadi e Irak, Rajoy tendrá que marcar distancias con su padrino. Aunque a los votantes del PP parece no preocuparles el tragicómico papel que España cumple en Irak por capricho megalómano de Aznar y le consientan apagar con gasolina las llamas de Euskadi, se sentirán liberados cuando se esfume la presencia cejijunta y desenfocada, según metáfora de Woody Allen, de esta parodia de Cid Campeador.

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