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Columna
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Formas de Poliakoff

La sala de la BBK de la Gran Vía bilbaína acoge una retrospectiva del pintor Serge Poliakoff (Moscú, 1900-París, 1969), uno de los artistas destacados en la formación del arte vanguardista de los años cincuenta y sesenta, junto a Stäel, Hartung, Soulages, Schneider, Wols y Lanskoy, entre otros.

Su arte se inició siguiendo el postulado del suprematista Malevich: todas las referencias a la vida objetiva ordinaria son dejadas de lado; nada era real, excepto el sentimiento de no objetividad. Para alcanzar esa no objetividad el único punto de nutrición proviene de formas alusivas al mundo geométrico. Pero hay una diferencia que lo aleja de Malevich. Mientras en éste las formas no objetivas (o sea geométricas) flotan sobre espacios de fondos blancos, en Poliakoff no existe flotabilidad porque no hay espacio donde flotar, ya que la suma de formas geométricas (o sea no objetivas) se cierran sobre sí mismas anulando cualquier posibilidad de espacio real o imaginario. En consecuencia, lo de menos es la ausencia de espacio, siempre que sea el cuadro pintado lo que se imponga óptimamente a todo lo demás. Vale decir que el espacio es el cuadro entero.

En cuanto a la factura artesanal de los cuadros, las obras de Poliakof se asocian, así mismo, con las de Malevich. Sus pinceladas son provocativamente torpes, con esa torpeza desigual de los sentimientos. Sobre formas extremadamente sencillas discurren pinceladas liberadas de cualquier deber preciosista. La única condición es la dependencia de los designios que manda el color, lo que le convierte en guía de esas pinceladas.

Con la proliferación de pinceladas poco preciosistas, Poliakoff no perseguía tanto conseguir una sensación virtualista de gran fisicidad matérica -que también -, como la de hacer vibrar los colores. Además de eso, en la relación de contrastes entre formas no objetivas tratadas con colores diferentes -incluidos los choques y yuxtaposiciones entre las líneas que conforman los límites-, pretendía mostrar energías de distinto grado, al punto de ser constitutivas todas ellas de un gran silencio. En sus cuadros hay el intento por hacer vibrar ese aludido silencio.

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