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Tinto de verano | GENTE
Columna
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La bien pagá

Elvira Lindo

A mí el dinero me ha gustado de siempre. No es de ahora. Es algo genético. A mi padre le pasa igual. Por eso se hizo administrativo. Yo no me hice administrativa porque no sirvo para administrar el dinero de los demás. A mí el dinero de los demás me chupa un pie. Yo de niña era supercreyente: le pedía a Dios que me hiciera rica y volvía del colegio mirando al suelo por si encontraba monedas. Y encontraba muchas, porque Dios me ha tratado siempre de perlas. También era supersoñadora: soñaba que mis padres me perdían en El Corte Inglés y me quedaba años allí, como Mowgli, pero, en vez de en la selva, en El Corte Inglés, y, en vez de crecer salvaje entre animales, crecía salvaje entre dependientes y era bastante feliz. Una noche me desperté sudando porque soñaba que mis padres me encontraban y era un trauma que te cagas volver a Moratalaz. Yo de pequeña tenía la mano muy larga: robaba en El Corte Inglés, que era para mí el paraíso terrenal. Cuando robaba en la panadería de abajo me daba cargo de conciencia, porque pensaba en el panadero, y lo que yo digo, si tienes un vicio y ese vicio te da remordimientos, cambia de vicio. Por eso siempre he preferido las grandes superficies. En la actualidad, la juventud lo tiene superdifícil por esas alarmas criminales que han puesto. Para mi gusto, las grandes superficies se han deshumanizado bastante en ese aspecto. Yo era una niña sin vocación. Una vez vino un escritor al colegio a darnos la charla y yo le pregunté que cuánto ganaba un escritor, y él dijo que lo importante no era el dinero, sino la vocación. Y ya entonces pensé que aquel escritor era un resentido y no lo leía ni su padre. Ahora hay escritores que dicen que los niños actuales son muy materialistas, porque cuando van a dar la charla a los colegios siempre les preguntan que cuánto dinero ganan. En ese aspecto me considero una precursora del materialismo infantil actual, y lo digo sin ánimo de lucro. Yo de pequeña preguntaba mucho. Preguntaba: ¿y cuánto gana una monja? o ¿cuánto gana un tornero fresador?, y, como los niños son una esponja, me iba haciendo mi composición de lugar. Iba tachando profesiones que a mi entender eran muy bonitas para que las hiciera otro. Un día vino un fontanero a arreglarnos el wáter porque éramos muchos y ya se sabe y mi madre dijo: "Cuidao el tío ladrón lo que me ha cobrado por meterme la mano en el wáter". Taché también esa profesión, porque, aunque mi madre afirmaba que todos los fontaneros eran millonarios, yo prefería (si no era mucho pedir) hacerme millonaria sin meter la mano en el wáter de las personas. Y así tachando, tachando, me hice escritora. Eso sí, le pedí a Dios que me hiciera escritora de best-sellers, porque, francamente, no quería parecerme a aquel escritor que vino a mi colegio (al de la vocación), y le pedí que, por favor, no me costara trabajo escribir, que no quería ser como esos escritores de culto que se tiran un mes para escribir una frase. Y me lo concedió. Por eso me encargan que escriba todos los días de agosto. Y gano mucho dinero trabajando muy poco, que es lo yo quería. No hay día que pase que no mire al cielo y diga: gracias Dios mío por este chollo que me has dado. Y el hombre agradece que en este mundo deshumanizado alguien se acuerde de él.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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