"Soy un optimista desesperado"
El 14 de septiembre inaugura una exposición de dibujo en Valdepeñas. Una pequeña retrospectiva en el Museo Gregorio Prieto. En otoño, los últimos caprichos salidos de su lápiz viajarán a París. Sin ruido, porque a José Hernández (Tánger, 1944) el ruido le espanta. Prefiere el silencio de la casona que compró hace 23 años en Villanueva del Rosario (Málaga), adonde se escapa desde Madrid para trabajar 14 horas diarias. Hernández, descubierto para la pintura a los 16 años por el ojo certero de Emilio Sanz de Soto, alma de la intelectualidad tangerina de los cincuenta, fue celebrado desde joven, pero jamás se dejó embaucar por el éxito ni por el fracaso. Cuarenta años después de su primera exposición en Tánger, elogiada por Francis Bacon, Hernández sigue pintando cada vez con menos angustia, como el aventurero que ya localizó el lugar señalado en el mapa y sabe que cavando allí el tesoro soñado aparecerá tarde o temprano.
"Mantener una postura de independencia cada vez se va haciendo más difícil, porque todo está agrupado, denominado, homologado"
"Desde Tánger, la ley se miraba de otra manera. Por lo menos se cuestionaba, que ya es interesante"
Pregunta. Usted empezó a exponer en Tánger de la mano de Emilio Sanz de Soto, un gran intelectual y protector de artistas. ¿Cómo fue su encuentro con él?
Respuesta. Bueno, Sanz de Soto es un personaje fascinante de una de las familias rancias de Tánger. Se licenció en Derecho, pero se dedicó sobre todo a cuestiones artísticas, y a ser pigmalión de algunas personas, incluido yo, que lo conocí con 16 o 17 años. Tánger, ese territorio tan pequeño pero tan denso y diverso, era entonces refugio de gente de todas partes, entre ellos intelectuales y artistas que venían de países en los que no podían expresarse libremente, y que en Tánger encontraban ese pequeño paraíso. En broma podemos decir que Emilio era una especie de cónsul cultural de la ciudad. Emilio era el que conducía esa nave en la que viajaba gente como Paul Bowles, Truman Capote o Tennessee Williams.
P. Muchos de esos genios fueron a su primera exposición en la Librairie des Colonnes.
R. Sí. Lo que pasa es que yo no era muy consciente de aquello; yo era un chiquillo que estaba por allí, que pintaba y estaba pendiente de las novedades del mundo. Los que realmente influyeron sobre los jóvenes fueron los de la generación beat. A esos los conocí a través de un personaje clave, Eduardo Haro Ivars, al que adoraban Kerouac y Burroughs. Pero en esos momentos ocurría lo que suele ocurrir con los momentos maravillosos de la vida; que no eres muy consciente de ello, porque tú no has provocado esa situación, sino que te has visto inmerso en ella, y lo único que haces es quedarte con los ojos como platos, absorbiendo todo lo que puedes. Eduardito era un ángel extraño, y conocimos a una gente maravillosa que hoy la historia canoniza, como Allen Ginsberg, un personaje fascinante, evidentemente contrario a la ley, pero desde Tánger la ley se miraba de otra manera. Por lo menos se cuestionaba, que ya es interesante.
P. En un momento determinado, usted siente la necesidad de salir.
R. Bueno, yo sentí la necesidad, como cualquier chaval siente la necesidad de buscar horizontes nuevos, lo que pasa es que el azar hizo que yendo en esa especie de diáspora me detuviera en Madrid, y allí conocí a una gente maravillosa que me acogió muy bien.
P. Notaría un cambio abismal en el ambiente cultural.
R. El estado general de la cuestión no era muy propicio, y a veces parecía que uno estaba condenado a la clandestinidad eterna. Pero encontré a una gente estupenda y desprovista de todas esas cosas de la España terrible del franquismo. Era gente liberada y aprendí mucho de ellos, y además algunos estaban relacionados con amigos de Tánger, con lo cual aquello no se hizo oneroso.
P. ¿Cómo fue su vida en esos años?
R. Pues por la mañana trabajaba de delineante en una oficina y por la noche pintaba. Y no me preguntes cuándo dormía, porque no lo sé. Pero lo sobrellevaba gracias a la esquizofrenia casi perfecta que practicaba. La pintura entonces era mi objetivo. No había ningún proyecto de vida basado en eso, entre otras cosas por la ignorancia, pero al llegar a Madrid y relacionarme con pintores, pues te incluían en determinadas cosas, y ya empezó a parecer que iba uno para pintor.
P. Usted lo vería claro.
R. No tanto, porque a veces parece que lo que a uno le gusta hay que hacerlo casi a escondidas, porque es una cosa tan privada y tan profunda que no es para mostrarla. Lo que pasa es que ya empecé a exponer, y poco a poco se fue formando una bola, hasta que hoy dices: "¡Dios mío, tengo hechas casi 130 exposiciones personales y como 500 colectivas!", y ya te vas creyendo que eres pintor. Pero en mí no hay nada premeditado. Es más, cuando he tenido un contrato en exclusiva con alguna galería, una de las primeras cláusulas era que no me sentiría obligado a pintar determinadas cosas para que eso resultara más comercial. Yo nunca he hecho pintura comercial. Es verdad que me han mimado mucho, pero también es verdad que mi déficit económico lo suplía con otra profesión, y eso me permitió preservar mi pintura como un niño su cajita de los tesoros. Yo he ido siempre un poco a mi bola, y si a pesar de eso he conseguido la atención de determinada gente, pues bueno, eso te estimula y dice mucho del conjunto de las cosas que haces. No sé, creo que no hay un estilo a seguir, una escuela a seguir, sino que hay un sitio para los que vamos de visionarios por la vida.
P. En todo caso, hubo un momento en que estaba en todos los foros; sin embargo, ahora está muy perdido.
R. Hombre, yo he sido toda mi vida, y parece que voy a seguir siendo, un solitario. Estimo mucho algunos movimientos de pintura colectivos, pero no me veo en esas cosas. Yo nunca he sido invitado como representante de España a las bienales. Cuando he acudido es porque se me ha solicitado desde la organización. La historia se escribe de muchas maneras, aunque mantener una postura de independencia cada vez se va haciendo más difícil, porque todo está agrupado, denominado, consensuado, homologado. Bueno, pues yo me sigo escapando de eso. Lo que pasa es que si voluntariamente te apartas y no sigues ciertas consignas, te vas quedando en la cuneta, lo que no quiere decir que te sientas fracasado. Yo vivo de mi pintura hace tiempo, y con que el dinero me permita seguir pintando lo que quiero o lo que puedo, ya me siento completamente realizado. Estar a lo que la demanda exige me parece muy poco artístico.
P. Alguien formado en un ambiente artístico privilegiado quizá considere que el panorama actual es un poco grosero.
R. Abre un periódico y mira las primeras páginas. La verdad es que si no reflexionas sobre eso y, a pesar de eso, no sigues creyendo en que la vida puede ser otra cosa, ¿con qué energía te vas a meter en el estudio cada mañana? Yo me levanto pintando y me acuesto pintando, y cada vez con más energía, porque cada vez uno está más informado, y de alguna manera hay que huir de eso y transformar la realidad en otra cosa, porque la realidad, tal cual se te presenta, es un asquito. Y que conste que soy optimista... Soy un optimista desesperado.
P. ¿Hay algún pintor actual que le emocione?
R. Me emociona todo aquel que se interesa de verdad, que se involucra de verdad, independientemente de que su producto pictórico sea más o menos brillante. Aquellos artistas que se aproximan a este mundo y lo cultivan me merecen un respeto extraordinario, pero no podría decir nombres, porque sería contradictorio con lo que he dicho; porque me vendrían a la memoria los artistas que están en danza, y no sería justo. Si digo nombres, serán de pintores desconocidos, porque lo que aprecio es justamente eso.
P. Eso me recuerda una frase suya: "La pintura es un silencio esencial de imágenes".
R. Cuando digo eso es porque es así. Hoy parece hasta exótico decir que el artista está en su sitio cuando está solo, pero no lo digo yo, lo han dicho muchas personas: el arte es de una inutilidad probada, y esa deformación de buscarle a todo utilidad lleva a que este mundo del arte viva la parte comercial, ruidosa, mundana del arte, y se llegan a decir cosas tan bárbaras como "invierta en arte"...
P. ¿Cree que este mundo tiene arreglo?
R. Lo creo en la medida en que cada individuo vaya teniendo capacidad de llevar a cabo una revolución interna. Yo creo que las revoluciones son desde dentro para fuera, y me aterran eslóganes como "la unión hace la fuerza". Tú reflexiona sobre la condición humana, pórtate como debes con tus semejantes, y las cosas serán de otra manera, porque siempre habrá alguien que deposite su mirada sobre ti. Siempre. Pero cualquier otra cosa me da terror, desde El libro rojo de Mao hasta el catecismo de Ripalda.
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