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Koldo Chamorro muestra el primer capítulo de un gran proyecto fotográfico

El autor presenta el primer capítulo de un proyecto en que trabaja desde hace 27 años

"Lo visible hace la forma, lo invisible le da su valor". Esta simple cita taoista introduce al espectador en la durísima vida diaria de Federico Martínez, Filico, un murciano de 53 años a quien una artritis reumática degenerativa condenó desde niño a vivir sobre una camilla. La cama móvil de Filico se cruzó en la vida del fotógrafo Koldo Chamorro (Vitoria, 1949) hace ya 19 años. Desde entonces, ambos son grandes amigos, tanto que Filico es el gran protagonista del ensayo fotográfico en el que Chamorro ha trabajado desde 1999 y que ahora expone en Pamplona.

"Huí del virtuosismo propio del lenguaje fotográfico", señala este maestro español de la fotografía contemporánea. "Sólo hay resoluciones visuales. No hubo otras pretensiones. Me sometí al tema y al marco de un asunto sumamente incómodo y difícil de abordar". La muestra permanecerá abierta al público en la sala de Zapatería, 40 del Ayuntamiento de Pamplona hasta octubre. Entonces viajará a Salamanca, donde la presentará su universidad.

Filico es el primer y único capítulo que Chamorro ha dado a conocer públicamente de su proyecto Algo llueve sobre mi corazón, en el que trabaja desde 1976. Esta serie íntima de imágenes reúne una larga colección de ensayos fotográficos basados en la vida cotidiana de personas que padecen minusvalías físicas y psíquicas o sufren enfermedades degenerativas. Todas ellas siguen perteneciendo, hasta la fecha, al secreto mejor guardado del autor de series fotográficas esenciales como España mágica, Los sanfermines o Santo Christo Ibérico.

Chamorro conducía por una carretera murciana cuando la sorprendente camilla móvil de Federico Martínez atravesó la calzada. Dotada de motores eléctricos y retrovisores, la cama, a la vez medio de transporte y residencia permanente de la absoluta inmovilidad de Filico, sorprendió al fotógrafo y fue el engarce de una larga amistad. Muchos años después, el resultado de esa complicidad es un conjunto de imágenes en mediano y gran formato, presentadas en color para obviar el dramatismo propio del blanco y negro, que dignifican el coraje de vivir de un hombre que habla cuatro idiomas y ha cursado tres carreras universitarias, aunque tiene que vivir vendiendo lotería. No hay otras aspiraciones artísticas que las de reflejar (el juego agazapado de los espejos es esencial en muchas de las instantáneas) su compleja existencia, sazonada por las actividades (retos y éxitos) de un hombre que es entrenador de un equipo de futbito, creó la asociación cultural Duna, dirige la revista Ágora, organiza festivales de flamenco y al que aún le sobra tiempo y ánimos para atender y ayudar a algunos drogodependientes de la zona. "Puedo decir que soy su amigo, lo que me llena de orgullo y me enriquece", repite el fotógrafo vitoriano.

"Las imágenes no atropellan la dignidad de una persona que por sus circunstancias vitales tiene una mala, por no decir nula, defensa propia", subraya Chamorro. "A veces he constatado una manipulación hacia la vorágine de lo grotesco en el tratamiento artístico de estos temas", añade. "Yo he dado una resolución minimalista a un trabajo que sólo ha sido posible tras muchas horas de convivencia y una larga amistad. Yo bañaba a Filipo, convivía con él, pero no le hacía fotos. Después llegó todo".

El garaje en el que Filipo vive, adaptado a todas sus necesidades por un familiar, tiene siempre las puertas abiertas. "Goza de un proteccionismo social enorme en los dos pueblos por los que habitualmente se mueve. Si te pasas un pelo con él, en cualquier circunstancia, quienes le rodean, simplemente, te matan", asevera Chamorro.

El propio Filico escribe en el texto Soy afortunado, que acompaña al catálogo de la muestra: "Soy afortunado porque no me ha distraído el brillo de las cosas. La superficie ha reflejado sólo mi rostro, mis ojos y mi boca. Siempre he buscado mucho más allá de la superficie".

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