"¿Nos quedamos o nos vamos?". "Yo esperaría nuevo aviso"
Son 260 horas de frases, gritos, órdenes y contraórdenes procedentes de un centenar de canales de comunicación -teléfonos, radiotransmisores- trascritas en 2.000 páginas. La Autoridad Portuaria de Nueva York, que construyó las torres y era el propietario legal en el momento del ataque, se negaba a hacerlas públicas para no herir la sensibilidad de los familiares de las víctimas, pero un tribunal atendió la reclamación del diario The New York Times, que hace 17 meses solicitó el acceso a las transcripciones y que tuvo que querellarse contra la Autoridad Portuaria para lograrlo.
A la vista de docenas de entrecortados mensajes, no hay nada que altere la visión de lo que se sabía ya por las transcripciones facilitadas por policía y bomberos y por los testimonios de los ciudadanos que hablaron con familiares y amigos atrapados en los edificios. Pero se puede apreciar que había otro temor en la Autoridad Portuaria, además del deseo de no herir sensibilidades: la evidencia de que, en medio del caos, hubo mensajes contradictorios en cuanto a la evacuación. Algunos tenían claro que todo el mundo debería abandonar las torres, pero no todos:
-Tenemos que saber si hay que salir de aquí, porque ha habido una explosión, no sé en cuál edificio -dice un hombre que está en el piso 92 de la torre sur, enfrente de la otra torre, que había recibido el impacto del primer avión entre las plantas 94 y 98 a las 8.46 del 11 de septiembre de 2001.
"Notamos olor a humo"
-¿Hay humo? -le pregunta el agente con el que está hablando.
-No, pero sí notamos olor a humo -es la respuesta del hombre, que insiste-: ¿Deberíamos seguir aquí o tendríamos que evacuar? Sigo esperando... -unos segundos después, la misma voz-: ¿Nos quedamos o nos vamos?
-Yo esperaría hasta nuevo aviso -responde el policía.
-OK, muy bien. No evacuamos -concluye el hombre del piso 92.
A partir de las 9.03, cuando el segundo avión alcanza la torre sur, las cosas están más claras, pero hay mucho menos tiempo. A las 10.28, los dos edificios de 110 pisos de altura se funden y se derrumban en un apocalipsis de escombros, polvo y destrucción que mata a casi 3.000 personas.
Otros agentes de la Autoridad reaccionaron de manera distinta: "¡Que todo el mundo se vaya de ahí! ¡Todos a las escaleras y largo a toda velocidad!", grita un policía a una persona con la que está hablando. Fragmentos de las conversaciones revelan también comportamientos heroicos de empleados de la Autoridad Portuaria y de agentes que arriesgaron -y perdieron- sus vidas para que muchas personas atrapadas o desorientadas consiguieran salvarse del desastre.
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