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LA SUCESIÓN DE AZNAR

Rajoy, un todoterreno

El enigmático 'bombero del Gobierno' ha pasado en un año de un puesto secundario a ser uno de los favoritos

Luis R. Aizpeolea

Mariano Rajoy se superó ayer en el tono de gallego enigmático con el que ha investido el personaje que él mismo se ha creado. Le tocó el papelón de acudir a la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, minutos después de que la dirección de su partido, el PP, anunciara que el próximo lunes se conocerá el candidato a suceder a José María Aznar como aspirante a la Presidencia del Gobierno.

Naturalmente, una buena parte de la rueda de prensa de ayer en La Moncloa, versó sobre el quién y el cómo de la sucesión. Y una vez más se zafó dejando en el aire hasta la incógnita ya no sólo de si él será el candidato sino de si a las alturas de la primera hora de la tarde de ayer sabía algo. "Me veo con las mismas posibilidades que otros muchos militantes del PP", dijo. Y en otro momento señaló: "Ni siquiera lo que sé parece razonable que lo cuente".

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Lo que si se le percibió ayer a Rajoy fue un aire de solemnidad del que no ha hecho gala en los sucesivos viernes en que ha presidido las ruedas de prensa del Consejo de Ministros.

Y la ausencia, ayer, de la ironía con que Rajoy ha trufado sus intervenciones semanales se puede interpretar como la tristeza de quien no es el nominado, pero también como la solemnidad del que ya empieza a ejercer como sucesor de Aznar. El hecho es que Rajoy, a sus 48 años, casado y con un hijo, ha pasado en el plazo de un año de estar en una posición secundaria en la carrera de la sucesión a disputar la primera plaza.

Es un candidato querido entre los ministros que se sientan los viernes con Aznar en el Consejo y también entre los militantes del PP. En ello tiene mucho que ver su papel en el año difícil del Gobierno -la catástrofe del Prestige y la guerra de Irak-, en el que tuvo que dar la cara, en nombre del Ejecutivo. Y en que tuvo que ser también el interlocutor de numerosos ministros y dirigentes del partido, con un Aznar muy centrado en la política exterior.

Sus detractores, que también los tiene, le atribuyen actitudes de frivolidad e indolencia en ocasiones.

Pero para llegar hasta ahí, a su papel como vicepresidente primero, cargo para el que nombró Aznar en 2000, demostró eficacia en la resolución de problemas espinosos por su capacidad de diálogo.

Ha sido el bombero del Gobierno al que Aznar ha enviado a apagar los incendios más diversos en los cuatro ministerios que ha recorrido: los pactos con los nacionalistas; las reformas de la enseñanza, tras el conflicto en que se había embarcado Esperanza Aguirre; los retos del terrorismo y la inmigración, y ya como vicepresidente, coordinador político del Gobierno en el último tramo de esta legislatura. Ahora a Rajoy le llega la hora de la verdad.

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