Sueños de ultramar

Dos frases, dichas por personas diferentes y con un gran lapso temporal entre ambas, parecen encerrar todo el sentido de un filme como Un día de suerte, debut en la realización en solitario de la argentina Sandra Gugliotta. En la primera, el abuelo de la protagonista, Elsa (Bassi, espléndida), reconoce haberle dicho a su, para nosotros, ignota esposa: "Allá, detrás del mar, está la vida, allá no hay hambre", el resumen de América como tierra de promisión para un siciliano cuyo porvenir parecía barrado por las adversas condiciones de su entorno.

La otra, en el presente de la narración, se la dice Walter (Mirás) a Elsa, y suena como un terrible, desesperanzado programa vital: "Si nosotros nos vamos, acá no queda nada". Entre ambas discurre sencillamente la historia de la pujanza y la decadencia argentinas: décadas de esplendor y bonanza convertidas en polvo por multitud de factores políticos, sociales, de idiosincrasia que la película no enumera, ni siquiera denuncia; pero que están en el fondo de su propia existencia como narración. Rodada en un presente al que sorprendieron las movilizaciones populares que vivió Buenos Aires hace un par de años -que sin pedir permiso se infiltran por las imágenes de la ficción-, Un día de suerte resulta, como buena parte del reciente cine argentino, una especie de trozo palpitante de vida cogido en el momento mismo de su respiración.