López Cobos y el Orfeón afrontan el reto de la 'Missa Solemnis' de Beethoven
La pianista María João Pires actúa mañana con la Sinfónica vasca
Ludwig van Beethoven (1770-1827) murió tres años antes de que se estrenara la Missa Solemnis, una de sus obras más libres y más temidas por los coros. "La escribió sin ningún tipo de limitación. No se preocupó de si iba a ser o no difícil de cantar. Y lo es", explicó ayer el director de orquesta Jesús López Cobos. El Orfeón Donostiarra y la Orquesta Sinfónica de Galicia abordarán la pieza hoy y el domingo, bajo su dirección, dentro de la Quincena Musical donostiarra, que acogerá mañana a la pianista portuguesa María João Pires.
Ha debido pasar más de medio siglo para que el Orfeón afronte de nuevo en su propia ciudad el órdago que el compositor alemán lanzó a las formaciones corales. Sus integrantes la interpretaron en San Sebastián en 1948 y desde entonces sólo lo han vuelto a hacer fuera de casa, la última vez en 1984 y bajo la dirección de López Cobos, quien conoce bien la obra. "La he dirigido con cuatro grupos diferentes en Madrid, Londres, Cincinnati y ahora aquí", recuerda.
No es el caso de la Sinfónica de Galicia, que interpreta hoy en el Kursaal esta pieza por primera vez en su historia. Junto a ella actuará un destacado elenco de solistas: la soprano austriaca Ingrid Kaisefer, la mezzo Lioba Braun, el bajo italiano Giacomo Prestia y el tenor inglés John Treleaven, que deben también superarse a sí mismos.
"Beethoven siempre fue poco piadoso con el coro", aseguró el director del Orfeón, José Antonio Sainz Alfaro. Las voces de la Misa resultan muy difíciles de interpretar, continuó, porque "si estuviera escrita en un tono más alto, no la podría cantar nadie y si fuera un tono más bajo, lo haría cualquiera".
El compositor escribió esta partitura en su última etapa creativa, "al final de su vida", apuntó López Cobos, primer maestro español en dirigir conciertos en La Scala de Milán, la Ópera de París o el Metropolitan de Nueva York, que ahora asume la dirección musical del Teatro Real de Madrid. "La escribió porque quiso, no había ningún encargo de por medio, y dio rienda suelta a todo lo que llevaba dentro", explicó. "Él consideraba las voces un instrumento más de la orquesta, algo que ya se ve en la Novena, y no se preocupó de si la tesitura era muy aguda, de si iba a ser difícil de cantar. Sólo le interesaba expresar lo que quería, sin limitaciones", agregó. ¿Usted que la ha dirigido varias veces le ha perdido el respeto? "Siempre es un reto una obra de tanta dificultad", respondió. "El director puede ayudar, pero no solventar todos los problemas vocales. Depende mucho de la situación vocal del coro. En esta ocasión, además, la orquesta no tiene experiencia y eso añade dificultades".
Entre su concierto de hoy (20.00) y el del domingo (12.00), la Quincena ofrece una propuesta de contraste, el concierto de la excepcional pianista María João Pires, quien acaba de triunfar en Santander, con la Sinfónica de Euskadi. Juntos interpretarán también a Beethoven -el Concierto para piano y orquesta número 4- dentro de un programa que incluye la Décima de Shostakovich y la Canción y danza de Gabriel Erkoreka.
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