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Columna
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Adiós a la terraza

Una pequeña rosa italiana se marchita (y nacen diez). Pero, como aquél, uno se fija en ésa que nos hizo tanta compañía hace tan poco. "Eh, boludo, ¿sabés que Ibarretxe lo deja en suspenso, que aplaza ese plan pelotudo del que hablás con tanto enojo?" Desayunamos en la terraza. Estilos varios. Yo, tras tomarme ese café-con-leche largo, del que ellos ignoran todo, me arranco con una mozzarela di bufala -que tardé tres o más días en averiguar que era de búfalo auténtico-. Delicioso. Un huevo pasado por agua y ese queso, da para todo el día.

De modo que Ibarretxe "lo deja". No me lo creo del todo y entro en Internet. A primera vista parece, en efecto, que el lehendakari ha decidido que su reino no es de este mundo. Pero, no. Resulta que quiere "reabrir el debate político" que es "lo que exige la ciudadanía". Lo mismo que ya dijo en su discurso de la sesión plenaria del 25 de octubre de 2001, al poco de su investidura. En aquel momento se aprobó como resolución, con los votos del tripartito -pues el texto tenía otras consideraciones- que se reivindicaba y exigía, "por respeto a la voluntad de la sociedad vasca, el cumplimiento íntegro y urgente del Estatuto de Gernika, de conformidad con los principios que lo inspiraron y de acuerdo con la propia posición manifestada por el Parlamento vasco el 20 de octubre de 1995, en relación con el informe de prioridades de transferencias pendientes". Y se "abría" un periodo de contactos para ello. Nada se avanzó. Posteriormente (27 de septiembre de 2002), manifestó su propósito de elaborar una normativa de "estatus de libre asociación con el Estado español". Finalmente, se filtró un proyecto articulado en el que, entre otras cosas, había una especie de "ley de retorno" de la llamada "diáspora vasca". (En la terraza se recuerda mucho a la comunidad judía, que tras Mussolini se hizo muy poderosa. Un tal Levi me pregunta con regularidad sobre este asunto. Yo respondo que la historia y la sociología de ambas comunidades en nada se parecen).

En fin, digresiones de verano. Pero, a lo que iba, el lehendakari parece haber decidido que se hará político y habitará entre nosotros. Político, en el peor sentido. Aquél que juega con los plazos y oportunidades para perdurar en el poder, sin importarle mucho lo que sea de nosotros, los mortales.

Ha puesto tales límites a su plan, que resulta inviable. De entrada, no hace una propuesta articulada. Deberá ser refrendada en todos y cada uno de los territorios (Álava hizo una manifestación institucional el 25 de octubre de 2002 por la que se desvinculaba explícitamente del plan), y deberá serlo "en ausencia de violencia" (ETA no parece estar por la labor).

Este "juego político" podría estar bien si se hiciera sobre un tablero de ajedrez o en la mesa del Monopoly (así lo sostengo, con un gin-tonic en la mano y dos narices, en la terraza bajo el Pisanino). En la vida real, es demoledor. Crea incertidumbre jurídica y económica allá, en Euskadi, crispa el clima político, aleja al ciudadano de la cosa común y lo particulariza aún más, y devalúa la democracia (a pesar de aquel eslogan vacío de que "el pueblo vasco tiene derecho a decidir su futuro").

Ibarretxe ha empezado, me temo, a "hacer política" y quiere atraerse a los socialistas a su galaxia de incertidumbres (con lo que demonizar al PP). Creo que el PSE -digo con aplomo- no está por la labor. Si lo estuviera, sería engullido definitivamente por el PNV y permitiría la exclusión social de los militantes del PP, "judíos" en el País Vasco. Sólo cabe una coalición "por el cumplimiento íntegro y urgente del Estatuto de Gernika" (25 de octubre de 2001). Ahí estarían los socialistas, y debieran sumarse los populares.

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Aquí, a los pies del Pisanino, hago votos por que el PNV (nuestro PRI) sea ya desbancado del poder en las autonómicas de 2005 (por salud democrática... y por aburrimiento: uno tiene ganas de "dar leña" a otros). Así sea. Por Massa-Carrara, que te permite huir de la bicicleta y la playa en verano (si quieres).

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