Mansos de lujo
Cárdenos, acapachados de pitones, bien proporcionados, armónicos, hasta guapos de cara, un auténtico lujo de presentación, los toros del Partido de Resina... Otra cosa es el caudal de bravura, menos espectacular que su estampa.
A Rivera, salvando las distancias, le ocurre algo parecido. Por hechuras y por reata entra por los ojos y se hace con el favor popular, a cuyo calor, mientras pasa y repasa, obtiene ganancias, sin que se piense demasiado en cómo lo consigue. A la hora de matar, cero. Recibió al quinto con cuatro largas cambiadas de rodillas, toda una declaración de buena voluntad, que no pudo rematar de pie al tropezar y casi caer. El toro parecía tener motor y Rivera no lo sujetó en un muleteo por la izquierda, que no evitó la huida a tablas. Le costó dar dos vueltas al ruedo a base pases sueltos y pinchazos varios antes de oír un aviso presidencial.
Resina / González, Rivera, Juli
Toros de Partido de Resina, bien presentados, mansos 3º, 4º y 5º. Dámaso Gónzalez: pitos y bronca tras aviso. Rivera Ordóñez: aplausos y ovación. El Juli: ovación y aplausos. Plaza de la Malagueta, 24 de agosto, 14ª de feria. Tres cuartos de entrada.
El primero de El Juli era distraído y reservón. Los pares a toro pasado recibieron una ovación cerrada que no continuó en la faena, llena de un afanoso muleteo sin relieve, hasta que el animal terminó de rajarse. El sexto volvió a ser de escaparate; la puya, solamente testimonial. Apretó hacia dentro en las banderillas que el maestro puso con regular fortuna y se guardó gas para la muleta, con la que El Juli consiguió momento aislado en vez de una labor continua.
El regreso de Dámaso parece responder a un calentón invernal que la razón no enfrió suficientemente. No está porque no puede. Una pena.
A pesar de la mansedumbre y del diverso grado de genio, la corrida tuvo emoción y los toros fueron tales.
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