¿Por qué el FMI critica la política fiscal de EE UU?
Washington infravalora el impacto del nuevo paquete de recorte de impuestos y los mayores gastos de defensa
Cada año el Fondo Monetario Internacional (FMI) suele enviar una misión de consulta a cada uno de los principales países del mundo para hacer una evaluación de la situación económica de dicho país y de la idoneidad de su política económica, de acuerdo con lo establecido en el artículo IV de sus estatutos. El informe emitido recientemente por la última misión del FMI a Estados Unidos ha sorprendido a algunos analistas y al público en general, por las críticas que realiza a la política fiscal de dicho país. Algunos se han preguntado ingenuamente ¿cómo es que el FMI se atreve a criticar a EE UU, la mayor potencia económica mundial y la que mayor peso tiene en el Consejo Ejecutivo de dicha institución?
"Los recortes fiscales, aparte de ser discutibles por su impacto en la ya desigual distribución de la renta, no pueden ser permanentes"
"El FMI hace muy bien en señalar las consecuencias negativas que puede tener un desequilibrio fiscal creciente de tal magnitud"
Dicha pregunta no tiene sentido ya que es bien conocido que dichos informes son redactados por economistas del FMI, con total independencia de criterio, y que las reuniones de consulta que, finalmente, tienen las autoridades del FMI y las del país en cuestión (en este caso, las que tuvieron el director y subdirector gerente, el jefe del Hemisferio Oeste y el economista jefe del FMI con el secretario del Tesoro y el presidente del Consejo de la Reserva Federal) y el Consejo Ejecutivo del FMI, una vez que se ha escrito el borrador del informe, tienen muy poco margen para cambiar su contenido básico si, como suele ser el caso, está perfectamente documentado y avalado por economistas de muy elevada reputación, como en esta ocasión la de Kenneth Rogoff, su entonces economista jefe.
El informe hace un repaso de las perspectivas de la economía norteamericana señalando que, tras una ligera recesión en 2001, y una recuperación del crecimiento del 2,4% en 2002, va a crecer este año a una tasa del 2,25%, y el año que viene, del 3,5%, alcanzando, de nuevo, su tasa de crecimiento potencial y que, además, que este último va a poder seguir manteniéndose a largo plazo.
Menor crecimiento
Asimismo, señala que, a pesar de ello, el crecimiento de 2003 va a ser 0,75 puntos porcentuales menor que el estimado en el presupuesto. Que mientras se siga creciendo por debajo del crecimiento potencial, el crecimiento de los precios tenderá a seguir cayendo (aunque estima que el peligro de deflación es pequeño), que el crecimiento del empleo va a seguir estancado y que la inversión de las empresas no se va a recuperar debido a que la recuperación de los beneficios es todavía incierta y la utilización de la capacidad productiva es aún de sólo el 75%, y ello a pesar de que el consumo privado se va a seguir manteniendo con el apoyo de las reducciones de los tipos de interés y los recortes de impuestos.
Que la debilidad del dólar está asociada a la caída en las entradas de inversión privada extranjera directa y de cartera, pero que las compras de dólares por los bancos centrales extranjeros y las menores inversiones de EE UU en el extranjero han permitido seguir financiando, de momento, su déficit por cuenta corriente. Aun así, la posición neta externa de EE UU es negativa en un 23% del PIB, cuando era menor del 5% en los años noventa.
La principal crítica que realiza el FMI es sobre la sostenibilidad de su política fiscal a medio y largo plazo. Estima que las proyecciones que se han realizado sobre el aumento de los ingresos futuros y la contención de los gastos públicos, especialmente los de defensa y seguridad interna, son demasiado optimistas y que el reciente paquete de recorte de impuestos no sólo ha introducido una mayor incertidumbre sobre el futuro del presupuesto, sino que también tiene una escasa probabilidad de que tenga un impacto positivo sobre el PIB si sus efectos negativos sobre la sostenibilidad fiscal no se corrigen a medio plazo. Asimismo, advierte que la jubilación de la generación del baby boom va a introducir una presión creciente sobre la Seguridad Social y el sistema público de salud (Medicare), por lo que hay que introducir cuanto antes algunas reformas, tales como reducir sus fórmulas de indexación, aumentar la edad de jubilación y aumentar las contribuciones actuales.
Poca transparencia
Finalmente, advierte que la transparencia que tradicionalmente ha dominado las cifras presupuestarias se ha reducido considerablemente a través del rápido incremento de los gastos discrecionales en los últimos años y la utilización de instrumentos que oscurecen y subestiman los costes futuros de los recortes de impuestos, con lo que se está erosionando la disciplina fiscal. Las reglas de disciplina establecidas en la Ley General Presupuestaria se han soslayado repetidamente en los últimos años y se han dejado expirar en 2002. Además, la Administración ha optado por dejar de publicar sus tradicionales proyecciones presupuestarias a 10 años.
Como consecuencia de todo ello estima que las proyecciones presupuestarias de la Oficina de la Gestión del Presupuesto, publicadas en febrero de 2003, son demasiado optimistas, tanto por sus supuestos macroeconómicos, por la importancia del nuevo paquete de recortes impositivos y mayores gastos de defensa introducido en mayo de 2003, y por el carácter de permanentes de los dos recortes de impuestos, como por un mayor impacto negativo del impuesto mínimo alternativo (AMT) del originalmente previsto y el mayor crecimiento del presupuestado del gasto en salud, según las previsiones de la Comisión de Presupuesto del Congreso. Así, el FMI proyecta un déficit presupuestario unificado del 4% del PIB en 2003 y 2004, 2,5 puntos porcentuales más que el previsto en febrero de 2003, un déficit del 1,75% del PIB en 2008, 2,25 puntos más altos del previsto, y un porcentaje de deuda en relación con el PIB de 15 puntos porcentuales más que el previsto alcanzar en 2012. Si no se incluye la Seguridad Social, el déficit presupuestario alcanzaría el 5,5% del PIB en 2003 y 2004. Estas previsiones de déficit podrían empeorar un 1,5%, más en 2008, en el caso de que otros supuestos optimistas dejen de cumplirse.
Debate académico
Estas advertencias y proyecciones presupuestarias a largo plazo han estado precedidas de un debate académico muy duro entre diversos economistas de diferentes institutos de investigación económica. El primero en originarlo ha sido Michael Boskin, de la Hoover Institution, que calculaba que el mayor gasto público que provocará la jubilación de la generación del baby boom, de unos 401.000 millones de dólares, va a ser mucho más que compensado por los activos ocultos que tiene el sector público sin contabilizar, tales como sus derechos sobre sus activos inmobiliarios y mineros o como el aumento del ahorro derivado de los programas de ahorro con impuestos diferidos que, a valor presente, suponen 12 billones (europeos) de dólares. Posteriormente, ante el ataque de Alan Auerbach, de la Universidad de Berkeley, y Peter Orszag y William Gale, de la Brookings Institution, Boskin ha reconocido que había incurrido en una previsión equivocada ya que, al jubilarse dicha generación y cobrar sus pensiones, se reduciría el ahorro nacional, así como la inversión de las empresas, sus beneficios y, por tanto, los ingresos fiscales.
Más sorprendentes son los resultados del reciente artículo de Jagadeesh Gokhale y Kent Smetters, del American Enterprise Institute, que analizan dos formas de medir la sostenibilidad futura del presupuesto de EE UU. La primera, a la que llaman "desequilibrio fiscal", mide cuál sería la diferencia entre el valor presente de los futuros gastos y de los futuros ingresos, si no cambia la actual política presupuestaria. En este caso, la sostenibilidad fiscal sólo se consigue si la diferencia entre las dos magnitudes es cero. Sin embargo, estiman que esta forma de medirla no es correcta, ya que podría alcanzarse un desequilibrio cero aumentando el gasto ahora, de forma desproporcionada, y compensándolo por un aumento, también desproporcionado, de los impuestos a los ciudadanos que nazcan a partir del año que viene. Lógicamente, ese desequilibrio, a pesar de ser cero, no sería sostenible, ya que los futuros contribuyentes se rebelarían contra una medida tan injusta y no se obtendrían los ingresos futuros necesarios.
Desequilbrio generacional
Por ello, ambos autores prefieren utilizar otra medida, a la que llaman "desequilibrio generacional", que mide la diferencia entre el valor presente de los gastos que se están haciendo en beneficio de las actuales generaciones y el valor presente de los ingresos impositivos que éstas van a poder aportar. El número resultante representa la factura que los que viven hoy van a pasar a las generaciones que no han nacido para que la paguen. El resultado de dicho cálculo muestra que la diferencia entre lo que el Gobierno ha prometido gastar y lo que espera ingresar es de 44 billones (europeos) de dólares, es decir, una suma veinte veces superior a la del conjunto del actual presupuesto, que representa la cantidad que las generaciones futuras tendrán que transferir a las presentes. Además, si no se hacen cambios urgentes y drásticos para reducir los gastos presupuestados y aumentar los ingresos, los actuales 44 billones de dólares se convertirían en 54 en 2008.
En definitiva, hay que reconocer que las autoridades económicas de EE UU han actuado con rapidez y destreza para evitar la recesión (y quizá la deflación) y seguir siendo la locomotora de la economía mundial, hecho del que la UE se está beneficiando en un periodo de muy bajo crecimiento de su economía. Ahora bien, los recortes fiscales, que sin duda se han llevado a cabo cuando eran más necesarios para aumentar la renta disponible de los consumidores, aparte de ser discutibles por su impacto en su ya desigual distribución de la renta de EE UU, no pueden ser permanentes, como quiere el actual Gobierno, a menos que se puedan compensar, a medio plazo, con aumentos de otros impuestos, lo que es más que dudoso. La recesión es un fenómeno temporal, de uno o dos años, y no dura toda la vida de una generación y, por tanto, hay que combatirla con medidas monetarias y fiscales de corta duración. El informe del FMI hace muy bien en señalar las consecuencias negativas que, para EE UU y para la economía mundial, puede tener un desequilibrio fiscal creciente de tal magnitud, y es de desear que continúe presionando para que se reduzca lo más rápidamente posible.
Guillermo de la Dehesa es presidente del Centre for Economic Policy Research (CEPR).
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