La ciudad confortable
Dice Marsé que es la ciudad confortable. También es feliz; vive una nueva juventud. Ahora se enfrenta a un nuevo trozo de su porvenir, el Fórum 2004. En 1992 le desvelaron el horizonte, y dentro de él se sintió una ciudad en medio de un sueño. Decía Josep Maria Carandell, recientemente
El desayuno. Apacible, serena, Barcelona. Juan Marsé dice que es la ciudad confortable. Si entras a un bar por la mañana olerá a cruasanes calientes, a media tarde olerá a café. Y si vas por la noche olerá a limpio. Ahora nosotros estamos al aire libre, en la plaza Real, esperando una cita con el arquitecto Oriol Bohigas, que entre otros hizo posible la Barcelona de hoy. Él ha mudado aquí su estudio, al lado de un hostal que se llama Kabul, y lo parece, en medio del estruendo de la Barcelona multicolor que duerme, ama o malvive en esta plaza. A nuestro lado dos chicas se quieren, desayunan calor y café con leche; patrulla la policía en una atmósfera de colegio mayor del siglo XXII. Metidos en este reducto multirracial pensamos en las Ramblas, ahí al lado; para Juan García Hortelano, el novelista madrileño que tanto las quiso, ese era el mejor lugar del mundo. Ya han sido tocadas -¡también!- por el diseño. Pero estamos en la plaza Real. Babel tranquila, la ciudad guarda aquí un espíritu bastante latinoamericano. La Plaça Reial se emparentó con la mexicana de Garibaldi en 1988, y no sólo por eso imagina uno que aquí también está en América Latina, desayunando. Un camarero magrebí nos trae un espléndido café italiano. ¿El baño? Está roto, dice. Es hermosa esta plaza, como un secreto.
Mario Vargas Llosa, que vivió la Barcelona de los años sesenta, dio estos adjetivos para describirla: "Cosmopolita, esnob, provinciana"
Oriol Bohigas dice que ésta es una ciudad anómala: figura en la conversación mundial de las ciudades como si fuera una gran capital y no lo es
Manuel Vázquez Montalbán es el autor de 'Barcelonas', y el que divulgó aquel eslogan que afirma que "el Barça es més que un club"
Juan Marsé, que ha situado todos sus libros en Barcelona desde la mítica 'Últimas tardes con Teresa', es opuesto a la imagen que se vende de esta Barcelona
Es tan feliz Beatriz de Moura, editora de origen brasileño, de vivir en Barcelona, donde está desde 1965, que se diría que ya nunca podría vivir en ninguna otra parte
La excelencia y la marginación
. Mario Vargas Llosa, que la vivió en los sesenta, nos dio estos adjetivos para describirla: "Cosmopolita, esnob, provinciana". Curiosa, abierta, universal, vanguardista. El esnobismo más creador. Y, sin embargo, sigue Vargas, "esa ciudad a la que íbamos a respirar" ha aceptado el lastre provinciano del nacionalismo, cuyo horizonte ensimismado es contrario a la locura de crear. Anthony Burgess escribió: "Llamadla el París del Mediterráneo y no os equivocaréis de mucho". Ahí abajo, en la Plaça Reial, está ese París que recibía a latinoamericanos, y aquí está Oriol Bohigas. Habla de la ciudad mediterránea, y de la plaza, "una mierda y una excelencia al tiempo, víctima de acumulaciones de hechos desagradables e ingratos, y recuperada para la ciudad". El propio Bohigas viene del Ensanche y de Sarriá, y comprende que la gente asocie este barrio antiguo al ruido, a la delincuencia, a la borrachera y a la droga. "Pero a pesar de esto el centro histórico apoya una vitalidad que no tiene ninguna otra parte de la ciudad. Aquí vives en una parte contaminada y contaminante, pero es en un símbolo de la vida real de la ciudad". Viven aquí los turistas, los que han querido volver y los marginados... Bohigas cree que se podría reducir la pobreza "al mínimo antropológicamente razonable" si acaba la obstrucción administrativa que provoca la abundancia de los sin papeles... Antes del 92, cuando los Juegos, gran parte de esta plaza tenía habitaciones de alquiler para prostitutas; la propia casa en la que nos recibe el arquitecto era una casa de putas, el bidet era la vedete y hubo que derribar decenas... La limpieza a la que se sometió la plaza aumentó el número de los sin techo, que antes convivían con las innumerables inquilinas irregulares de las casas... Ahora se refugian en medio de la especulación: hay gente que alquila sillas y balcones para que ahí duerman los marginales.
La ciudad anómala
. Dice Bohigas que ésta es una ciudad anómala: figura en la conversación mundial de las ciudades como si fuera una gran capital y no lo es, y eso no se va a arreglar, "tenemos el Estado español en contra". Nos señala el AVE, que no llegará al aeropuerto, éste no es intercontinental, y nos hace este resumen de sus conversaciones con industriales no necesariamente nacionalistas: "Cataluña nunca se recuperará de las bofetadas de Madrid". Cree que el poder central aherroja el desarrollo de Barcelona, y vislumbra en Cataluña un nacionalismo cada vez más radical y más extendido, "dispuesto a usar instrumentos más complejos que la simple hipocresía aritmética de las elecciones generales". ¿Y cuál es el porvenir de la ciudad? "Está en marcha. 2004 es una buena operación". Y los aspectos negativos de ese porvenir: "Insuficiencia económica, abandono de los poderes centrales. La despoblación: Barcelona ha perdido 400.000 habitantes, y eso refleja alguna enfermedad, que se resolvería revisándose el concepto de área metropolitana: no se puede hablar de una ciudad que a esta mano es Barcelona y en la otra parte de la misma calle es Hospitalet de Llobregat".
La periferia
. A Barcelona le refrescó la cara el 92. Miró al mar, lo hizo suyo, y esa restauración de su cara ha sido también la restauración de su ánimo. Dice Manuel Vázquez Montalbán que el gran momento de Barcelona es ese en el que aparece Pasqual Maragall, entonces alcalde, alzándose sobre sus pies para aplaudir el encargo de hacer las olimpiadas. Lo que vino después es la Barcelona de hoy. Madrid habrá ganado copas de Europa, pero Barcelona ganó con las Olimpiadas. Margarita Riviere, periodista, recuerda en su libro El problema: Madrid-Barcelona que la grandeur nacida de aquel júbilo le costó a la ciudad ser la más cara de España. Pero ella habla con pasión de la felicidad de vivir aquí, aunque contrasta aquella explosión de los Juegos con la pereza de la ciudad, cuyos industriales no son "como Dios manda...". Lo dice en el libro: "... El barcelonés (...) tiene sus cuentas pendientes con lo que Pla llamó el vuelo gallináceo del ensimismamiento catalán. O lo que es lo mismo, con la pequeñez confortable de la propia rutina". ¿Y ya no es el Titanic, del que habló Félix de Azúa? "No, qué va, los jóvenes no se reconocen en eso para nada. Y, además, eso es lo que se ve desde Madrid, y en Madrid no se dice qué pasa en la periferia". Mientras oímos a Margarita Riviere viene a la memoria esta otra imagen de Barcelona: el editor Carlos Barral camina hasta un buzón de correos, cerca de su casa; lleva en la mano la carta en la que dice adiós al Senado. Se enfrenta a la ranura por la que ha de echar la carta y lanza una carcajada: "¡Ah, si los de Madrid supieran que en los buzones de Barcelona se les llama Provincias!".
La ciudad viuda
. Tenía que ser guapa y ahora será increíble. Siempre ha tenido un eslogan. Ese, Será increíble, está en las calles y se refiere a lo que va a pasar en 2004, cuando el Fórum de las Culturas complete lo que Ildefonso Cerdá quiso que fuera esta ciudad: Ferran Mascarell, el presidente de la Comisión de Cultura y ahora también portavoz del Ayuntamiento, se levanta de su asiento y muestra en el mapa el hueco que ahora se va a cubrir, cerca de Sant Adriá del Besós. La ciudad dibujada. A Mascarell se le hace la boca agua cuando habla de esa Barcelona que él también vislumbra increíble. Y sentado en el Sandor, un bar simbólico de la Barcelona de derechas, Vázquez Montalbán (el autor de Barcelonas, y el que divulgó aquel eslogan que afirma que "el Barça es més que un club") repasa los adjetivos que ha merecido la ciudad. Y se detiene en la palabra viuda: "Viuda de poder, viuda de los barceloneses, carece de varón, depende de sus hijos...". El creador de Carvalho hace una historia de la ciudad en función de su relación con el poder: rosa de fuego con los anarquistas, la mejor ciudad para las barricadas según Lenin, una ciudad de ferias con Porcioles y con Franco... Y, luego, la ciudad olímpica, el optimismo histórico... Los extranjeros vienen para afirmar que es una ciudad bella, pero los que viven en ella dicen, como Pla, y como Montalbán, que es todavía "una ciudad humana, lo que cuenta se puede recorrer a pie". Vuelve a ser viuda: tiene enfrente a Madrid, "que es la metafísica del Mal, agravada esta historia con las nueve copas de Europa que ha ganado el Madrid con la ayuda de un empresario posmoderno que ya no parece un ejecutivo de acero inoxidable sino un ejecutivo virtual".
El escenario
. Josep Maria Carandell, recuerda Montalbán, dijo que Barcelona es "la más norteña de las ciudades del sur y la más sureña de las ciudades del norte". Esa dualidad la ha convertido en un escenario para grandes actos: las Olimpiadas, la capitalidad cultural, el Fórum... ¿Y después? Montalbán le hizo a Maragall, en su día, dos propuestas: que Barcelona fuera la capital de la Alemania del Sur; y que se construya en este escenario un parque temático en el que se mezclen putas, incendios, barricadas..., un parque financiado por la Walt Disney Corporation... Barcelona es hoy, dice, un escenario de Palladio: sirve igual para que se represente en él Los siete contra Tebas o La muerte de un
viajante. No es París, perdió la Guerra Civil, y también la perdió Le Corbusier, así que tuvo que aceptar el feísmo franquista, y se hizo una ciudad parquin, sórdida..., hasta que vino la cultura de collage que se implementó con los Juegos y Barcelona cambió de color... No hay más que verla.
El estado de ánimo.
Si tú preguntas hoy en Barcelona cuál es el estado de ánimo de la ciudad empezarán explicándote, como hizo Montalbán, que las cosas marchan mejor "porque el Barça cambió de directiva: ahora nos quitamos a Núñez y a Pujol, cambian las figuras del escaparate". Y después, dice, "todo dependerá los lunes de lo que el Barça haya hecho los domingos, o los sábados". ¿Y por qué es tan determinante el Barça? "Porque es el ejército simbólico desarmado de la catalanidad, y su sumo sacerdote filosófico es Johan Cruyff".
Es tan feliz...
Es tan feliz Beatriz de Moura, editora de origen brasileño, de vivir en Barcelona, donde está desde 1956, que se diría que ya nunca podría vivir en ninguna otra parte. "La dimensión misma, la presencia del mar, y no cualquier mar, sino el Mediterráneo... Y la primera imagen fue espantosa; veníamos de Río de Janeiro, luminosa, y llegamos a Barcelona, gris, silenciosa y esquiva... Íbamos a las Ramblas, canallas entonces, un ambiente que ya perdió, porque ahora es un lugar turístico... En los sesenta se recuperó la luz y en el 77 explotó todo, la gente se apoderó de la calle... Y mira cómo es ahora Barcelona, una maravilla, soy tan feliz aquí". Ella se fija en un barrio, el del Raval, remodelado para ser "la mezcla brutal que significa el nuevo espíritu de esa Barcelona que será mestiza, ojalá, en la que van a coexistir todas las barcelonas, y también todo el mundo". (Brutal: una palabra barcelonesa para decir maravilloso). Nélida Piñón, novelista brasileña, siempre en Barcelona, aunque esté de paso, dice esta línea sobre la ciudad: "Barcelona, a mis ojos, bella, austera e inmortal". Carmen Balcells, la agente literaria que atrajo a Barcelona a los grandes escritores del boom: "Barcelona es la sede de la latinidad". Y esto dice Juan Villoro, mexicano, escritor, que forma parte de los nuevos barceloneses de América Latina: "Enrique Vila-Matas dice que Barcelona es la Madame Bovary de las ciudades, una urbe nerviosa. Como yo vengo de México DF, la Janis Joplin de las ciudades, Barcelona me parece tranquila. Un sitio elegante, maquillado en exceso por el dinero y el diseño, pero que aún despierta pasiones tan ruidosas como sus motocicletas. Somos algo más que un puerto y algo menos que un parque temático. Pero nos quejamos en voz baja. Es difícil ser barcelonés sin volverse tolerante; esto se debe a que vivimos en dos idiomas y el más distinguido de nuestros habitantes es un gorila albino".
La ciudad de los prodigios. Así dijo Eduardo Mendoza, uno de sus grandes habitantes. Qué más se puede pedir.
Últimas tardes
. Llamamos a Juan Marsé. Acabamos de aterrizar. Le decimos: "Estamos ante uno de sus grandes monumentos". "¿Ante alguna barbaridad de Subirachs?". Era una broma, estábamos ante El Corte Inglés. Juan Marsé ha situado todos sus libros en Barcelona, desde la mítica Últimas tardes con
Teresa. "Esa es una Barcelona que ya no existe... La inmigración no es la sureña de los charnegos; llega gente del Magreb, del Este, de América Latina...". ¿Cómo deglute Barcelona todo esto? "No soy un experto, pero es muy desalentador lo que ves en las colas ante el Gobierno Civil... Y claro que hay muchos ramalazos racistas". Tenía treinta años cuando escribió aquella novela. ¿Qué Barcelona dicen sus libros? "Es una imagen del deseo de la ciudad de sobrevivir a la Guerra Civil; aunque ninguna novela mía tuviera que ver con la Guerra Civil, todo lo que he escrito parte de esa sensación". "¿Qué clase de barcelonés soy? Muy alejado del aspecto oficial de la ciudad, de esa ciudad que se exhibe y se vende, desde el Barça al escultor Subirachs, que está haciendo estos disparates de la Sagrada Familia... Esa ciudad no tiene nada que ver conmigo. Yo me limito a los límites que están perfectamente definidos en mis novelas: Gràcia, la Salud, el Guinardó y parte del Monte Carmelo... Porque éstos fueron los escenarios que me vieron formarme como persona y no sólo como escritor".
La dignidad de la piedra
. Juan Marsé bajaba hacia el monumento de la Sagrada Familia que completa Subirachs, vio cómo un obrero golpeaba la piedra y tuvo una fantasía para un cuento cuyo título anotó mentalmente: Cómo acabar con la obra de Subirachs sin ofender la dignidad de la
piedra. Opuesto a la imagen que se vende de esta Barcelona de Sentiments y centimets (Sentimientos y centimitos) que se ha puesto en circulación, cree que Barcelona "es una ciudad confortable, bastante racional, amable. La encontraba confortable ya en la época franquista, en los años más jodidos me parecía una ciudad con un encanto especial, a pesar de la ignominia aquella en la que se vivió...". ¿Su estado de ánimo? "De expectativa sosegada. Siempre quiere ser algo más, cosa que puede llevarle a cierta crispación, pero ella misma es sosegada y apacible". ¿Y su porvenir? "Te digo lo que dijo Red Butler al final de Lo que el viento se llevó: 'Francamente, querida, a mí me importa un carajo". Por la noche, cenando, Marsé dio un golpe en la mesa. "Pon también que es una ciudad sucia, muy sucia, que se enteren por ahí que también es muy sucia y muy ruidosa".
La exuberancia
. Mascarell dice que Barcelona vive hoy "con toda su exuberancia lo más profundo de su carácter". Y la retrata: "Los tumultos contra la presencia de los españoles en el norte de África, la efervescencia de los anarquistas, la reclamación de la autonomía en los años previos a la República, el 14 de abril, la lucha antifranquista, la renovación cultural de los sesenta, las manifestaciones por la amnistía, la libertad y el Estatut y, más recientemente, la movilización ciudadana contra la guerra en Irak... Es una capital civil, la que usa más espacio urbano para dárselo al público...". Desgrana acontecimientos: el Sónar, la concentración de las Harley Davidson, los campeonatos mundiales de Natación, el encuentro internacional de policías y bomberos, los Rolling, Lou Reed, Peter Gabriel, las fiestas de Sant Joan... "Es una ciudad con tanta vida que estamos acelerados..., pero no nerviosos". Saca la estadística para demostrar su propia felicidad: ocho de cada diez barceloneses están contentos con su ciudad. ¿Sucia, como dice Marsé? "Está desbordada, exultante, un acontecimiento se solapa con otro... A veces no queda tiempo para limpiar". No, no se va a morir de éxito. ¿Y a qué se debe éste? "A que los gobernantes de la transición dirigieron, los ciudadanos participaron y los arquitectos, es decir, los creadores, formalizaron una ilusión colectiva que es la Barcelona de hoy". ¿Será increíble, como dicen en las pancartas? "Será una capital civil de convivencia". Cuando nos vamos está en el ascensor Julia Goytisolo. Imaginamos a su padre, el poeta José Agustín Goytisolo, cantándole aquellas Palabras para Julia. No sabe ella, quizá, hasta qué punto esos versos también son Barcelona para los que acudimos a verla.
Hacer el amor.
Nació en Port Bou en 1923. Y sigue tan campante. Le vemos en un restaurante del que él es el rey. Fabián Estapé. Cuando acaba la comida, este economista que ya ha hecho la primera parte de las que son quizá las memorias más suculentas del posfranquismo, nos cuenta cómo ve Barcelona: "Yo sigo diciendo que es la ciudad de la esperanza". ¿Si fuera una mujer? "Sería una incitación". ¿A tocamientos? "Vamos a dejar que esto discurra dentro del ámbito de la píldora del día después". Le pregunto por un barcelonés típico. "Pla, porque decía que no lo era". Es un hombre feliz en Barcelona; ha visto crecer la ciudad hacia el mar, y aún espera ver que en 2004 gane el terreno que vislumbró, por el Besós, su gran biografiado, Ildefonso Cerdá. Tiene mucho interés en que anote: "El Fórum. ¡A ver si lo hacen bien, coño!". El restaurante le escucha, es Estapé, un barcelonés. Le preguntamos por sus lugares amados en la ciudad que es su vida, y nos lleva con una sonrisa que no oculta nada de su melancolía por el parque de la Ciudadela, y desde la Dama del Paraguas hasta los monumentos de Nobas, "los sitios por los que caminaba con mi mujer, que murió hace veinte años y todavía no se me ha borrado ese desastre". Cuando acaba de comer le despiden en la puerta como supongo que se despedía hace un siglo, en Barcelona, a sus hombres ilustres, con deferencia y con prosopopeya. Una ciudad del siglo XXI que sigue siendo tan confortable como la sala de visitas de una gran casa del pasado.
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