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Washington calcula que modernizar la red eléctrica costará más de 50.000 millones

Las poblaciones afectadas volvieron al trabajo sin sufrir nuevos cortes de energía

Enric González

Estados Unidos superó la prueba de la vuelta al trabajo. Todas las zonas urbanas afectadas por el mayor apagón de la historia funcionaron con normalidad ayer lunes, pese a que las nueve centrales nucleares que pararon el jueves no habían sido aún reconectadas a la red. La normalidad permitió empezar a hablar de facturas: el apagón causó pérdidas estimadas en unos 6.000 millones de dólares, y mejorar el sistema eléctrico para evitar nuevos desastres podría costar al menos 50.000 millones. La avería dejó sin electricidad a unos cincuenta millones de estadounidenses.

Los miembros del Congreso, que en los dos últimos años no lograron ponerse de acuerdo para aprobar una ley de energía, se comprometieron ayer a trabajar con urgencia en un nuevo marco legal para el sector eléctrico. Las diferencias, sin embargo, seguían siendo muy profundas entre quienes preferían que el Gobierno federal asumiera el control sobre la red y quienes querían que los Estados mantuvieran su actual autonomía.

Las cifras que se barajaban eran muy altas. El secretario de Energía, Spencer Abraham, estimó que serían necesarios unos 50.000 millones de dólares para actualizar una red anticuada, incapaz de sostener el mercado eléctrico de alcance nacional teóricamente creado por la desregulación del sector. Abraham no dejó lugar a dudas sobre quién pagaría finalmente la modernización: "Los consumidores tendrán que asumir la factura", dijo, "ya que serán ellos los beneficiados". En opinión de Abraham, las empresas eléctricas sólo deberían cargar con una pequeña parte de la inversión necesaria.

Otros cálculos elevaban las cifras. El Consejo Norteamericano de Fiabilidad Eléctrica, un organismo independiente creado tras el gran apagón de 1965, presupuestó en 56.000 millones el coste de la modernización.

Abraham se reunirá esta semana con miembros del Gobierno canadiense para coordinar la investigación conjunta de Washington y Ottawa sobre las causas de la avería, aún desconocidas. La cascada de colapsos, que en tres minutos dejó sin energía ocho Estados de EE UU y dos provincias canadienses, pareció originarse en una instalación de Ohio. Nadie conseguía explicarse aún cómo una avería de escasa importancia pudo provocar consecuencias tan graves en una región tan extensa.

El diario The Wall Street Journal calculó que las pérdidas generadas por el apagón podrían ascender a unos 6.000 millones de dólares. Esa cifra resultaba de sumar numerosos renglones: desde las pérdidas en las factorías automovilísticas de Michigan y Ohio, paradas entre el jueves y el domingo, y en las compañías aéreas, hasta el negocio perdido por empresas medianas y comercios, pasando por el precio de toda la comida estropeada y por los impuestos que dejaron de cobrarse a causa de la interrupción de la actividad económica.

Con el suministro eléctrico prácticamente normalizado, a falta de que se pusieran de nuevo en marcha las centrales nucleares de Ohio y Nueva York, una nueva crisis empezó a agravarse en Arizona, donde la escasez de gasolina amenazaba con paralizar una región entera. Desde que se rompió un oleoducto de suministro, el 30 de julio, el Gobierno de Arizona estableció un sistema de reparto con cisternas para mantener abiertas las gasolineras. Ayer, sin embargo, más de 150 surtidores estaban vacíos, y el precio del galón (3,8 litros) había ascendido desde 1,5 dólares a 2 dólares en sólo una semana en Phoenix, la capital.

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