Sobrevivir a 121 grados
Una arqueobacteria de las fumarolas del fondo marino amplía el límite de temperatura a la que es posible la vida
Para ola de calor, la que viven a diario las arqueobacterias denominadas Strain (cepa en inglés) 121. Su nombre se refiere a que este tipo de microorganismos recién descubierto habita las fumarolas volcánicas de la cresta Juan de Fúcar, en el fondo del Océano Pacífico, a una temperatura de 121 grados. El récord de aguante al calor lo tenía hasta ahora otro microorganismo, el Pyrobolus fumarii, con 113 grados. La nueva arqueobacteria todavía no tiene nombre científico, y su descubrimiento ha sido publicado en el último número de la revista Science.
En la superficie de la Tierra, el agua hierve a 100 grados. A miles de metros bajo el nivel del mar la presión hace que, bastantes grados por encima de esa temperatura, se mantenga líquida. El entorno donde se desarrolla la vida cerca de las chimeneas volcánicas submarinas se caracteriza por la alta presión y temperatura, la falta de luz y oxígeno, y las elevadas concentraciones de gases sulfurosos. El hábitat es tan hostil que los microorganismos que las pueblan se llaman extremófilos. La Strain 121 está perfectamente adaptada a esta situación. No necesita luz solar ni oxígeno para vivir. Obtiene su energía arrancando electrones de las sales de hierro que encuentra, en un proceso químico denominado reducción. "Es una forma nueva de respiración", explican los investigadores Derek Lovley y Kazem Kashefi en Science. Hasta ahora se habían descrito mecanismos similares, pero a partir del azufre de los gases volcánicos.
"El límite máximo de la temperatura para la vida es clave para determinar cuándo y dónde pudo aparecer la vida en un ambiente como el de la Tierra de hace miles de millones de años; la máxima profundidad a la que podrá encontrarse vida y la posible existencia de vida en otros planetas" afirman los científicos.
Pero el hallazgo tiene efectos prácticos más cercanos. Muchos autoclaves de los que se usan para esterilizar material de laboratorio calientan el agua a 121 grados bajo presión para eliminar los microorganismos que la contaminan. En esas condiciones, la Strain 121 no sólo sobrevivió, sino que duplicó su población.
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