_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El mundo de los mundos

Philip Pullman ha creado con su trilogía 'La materia oscura' una de las historias fantásticas más atractivas de las últimas décadas. Es un relato sobre el papel de la conciencia.

De entre los libros de ficción fantástica aparecidos en los últimos años, La materia oscura se ha acreditado como uno de los más innovadores y ciertamente lo es. Me atrevería a decir que no ha aparecido, que yo sepa, fabulación más interesante desde La historia interminable, de Michael Ende. De todos modos, conviene dejar sentado que es muy difícil en este género aportar verdaderas novedades y que más bien se rige por variaciones sobre esquemas y figuras perfectamente conocidas. Por poner un ejemplo, el espejo, el anillo y la fuente son imágenes encantadas (admirablemente estudiadas, dicho sea de paso, por Theodore Ziolkowski en su libro Imágenes desencantadas) que pertenecen al acervo de la humanidad desde el principio de los cuentos y, sin embargo, por más que se repitan en mil formas y maneras, siempre participan de la ficción fantástica y siempre -si las narraciones son bellas- nos cautivan. Es un género particularmente propicio a la variación sobre las mismas imágenes, imágenes cuyo poder simbólico reta al paso del tiempo como pocas lo hacen.

LA MATERIA OSCURA

('Luces del norte', 'La daga' y 'El catalejo lacado')

Philip Pullman

Traducciones de Roser Berdagué y María Dolores Gallart
Ediciones B. Barcelona, 2002

444, 427 y 444 páginas. 29,99 euros

De las historias, imágenes y planteamientos tradicionales participa esta trilogía, pero, como es natural, aporta símbolos y planteamientos novedosos. En ella se nos cuenta la historia de una niña huérfana que se ve metida, por su propia necesidad de actuar, en una confabulación de poderes que pretende nada menos que enfrentarse a una llamada Iglesia cuya Autoridad (Dios, en realidad) ha sido suplantada por un Regente que pretende establecer sobre los seres vivos una especie de Inquisición autoritaria y total. A su vez, el mundo -nuestro mundo- no es único, sino que es uno de los muchos que componen las dimensiones del existir, pero todos están afectados por la amenaza de la Autoridad, a la cual sirve la Iglesia, a la cual se somete de manera perfectamente reaccionaria -es decir, negando la evidencia presente y refugiándose en el pasado-, pero a la que sirve sin comprender sus verdaderos designios. La cabeza de la confabulación está en manos del que se revelará como padre de la huérfana y los "servicios secretos" de la reacción los encabeza una mujer que se revelará a su vez como madre de la misma niña. El designio final del padre es acabar con la Autoridad y con su manifestación más execrable para los seres vivos dotados de conciencia: el Pecado Original. Pero, como bien aconsejaba Lovecraft, "no invoques aquellos poderes que no puedes dominar". La invocación desata un caos que es el cuerpo central aventurero de esta trilogía.

La narración es un paradig

ma de lo que llamamos acción trepidante. Salvo algunos momentos, opera como los dibujos animados: nadie está quieto un solo instante. La acción cae en cascada sobre el lector, que ha de comportarse a su vez como un aventurero incansable para hacer frente a todo lo que se le viene encima de continuo. De hecho, hay mucha descripción de acción y muy escasa presencia de imágenes literarias; recuerdo alguna: "Era tal la cantidad de fantasmas que acudían de todas direcciones que parecían granos de arena deslizándose hacia el orificio de un reloj de arena". Esta prioridad de la acción, lógicamente, simplifica de manera extrema los caracteres, aunque alguno, como la Sra. Coulder, mantiene a lo largo de casi todo el relato -en realidad, excepto al final, que es una concesión sentimental- una ambigüedad muy atractiva. Pero lo verdaderamente interesante es ver cómo el señor Pullman levanta un verdadero universo que es una serie de mundos desconectados entre sí, pero a los que un objeto mágico -una daga, entregada, como siempre en los grandes relatos fantásticos, por un donante- es capaz de comunicar.

El relato, de lo que trata en realidad es de la Conciencia. Del sentido, la constitución y el papel de la Conciencia en la vida de los seres inteligentes, pertenezcan al mundo al que pertenezcan. La interferencia de mundos está perfectamente dentro de lo que hoy llamamos multiculturalismo: el deseo de comprensión e intercambio entre culturas diferentes, incluso a su pesar, por la necesidad última de supervivencia, necesidad cuya guía está en la conciencia del mundo, de las cosas, del grupo y del individuo. Hay, sin embargo, concesiones propias del género, como es la de la lectura del destino, de origen oracular y asentamiento en la sabiduría antigua, como es el uso del aparato llamado aletiómetro, que previene acciones de futuro, y, por citar un referente más próximo y menos fantástico, el I Ching. Finalmente, la concesión a las artes adivinatorias pesa sobre el libro, pero también la insistente presencia de lo azaroso rinde tributo al género; sin embargo, su planteamiento de lo que es la adquisición de la conciencia mantiene toda su fuerza. Y hay varias escenas particularmente bien concebidas y resueltas, como el camino por el reino de los muertos y su excelentísima solución final.

Hay, además, símbolos que no por ser adaptaciones dejan de ser ingeniosos: los daimonions que acompañan a Lyra Lenguadeplata y sus congéneres son manifestaciones externas y visibles de sí mismos y sus características (mutan de continuo cuando sus dueños son niños, pero adquieren forma definitiva antropomórfica cuando los niños se hacen adultos); hubieran llamado la atención del Groddeck autor de El yo y el ello. Lo mismo puede decirse de los "espantos", sombras invisibles e inocuas para los niños que se apoderan de los adultos a los que succionan su esencia y su conciencia. Es inútil tratar de dar aquí una idea de la complicada invención de Pullman, al que quizá cabe reprochar la excesiva complejidad de representación de un mundo de mundos que, en ocasiones, se mueve más aprisa que la mente del lector. Lo que también es novedoso, por su decisión a la hora de representarlo, es ese mundo regido por una Iglesia (que a todos nos recuerda a otra más terrena y cercana) cuya función regresiva y punitiva está tan cerca de la maldad y la hipocresía de lo temporal como lejos de las aspiraciones del espíritu. Como dice la Dra. Malone en un momento dado: "La religión cristiana es un error muy poderoso y convincente, eso es todo". Un relato excelente, vertiginoso y lleno de ideas.

El escritor inglés Philip Pullman (1946).
El escritor inglés Philip Pullman (1946).

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_